Fuente: Politicaexterior.com
El crecimiento económico experimentado en las últimas décadas por los países de América Latina ha sido constante, un 3,8% de media anual en los últimos diez años. Este ha venido de la mano de un boom en la demanda de materias primas que, recientemente, parece haberse ralentizado. Pongamos por caso Perú, que ha crecido en la última década al 6,3% de media anual y quizá no alcance este año el 3,5%. Algunos autores consideran que esta desaceleración económica debe poner en guardia a la región, que haría bien en diversificar su producción. Sin embargo, existen otros que rechazan la creencia de la industrialización y consideran que el auge de la demanda de materias primas no ha llegado a su fin.
Debate académicos aparte, China, principal consumidor mundial de materias primas, centra su foco en Latinoamérica, región donde más rápido crecen sus inversiones, dirigidas principalmente al sector primario y los extractivos. Dejando de lado la industria petrolífera, destaca la minería, donde el gigante asiático está haciendo un esfuerzo inversor global. ¿Por qué China, que al contrario que otros importadores de metales tiene una larga trayectoria como productor, realiza tal esfuerzo? La respuesta: su voracidad. Aunque aumenta su producción doméstica, existe una brecha entre esta y la demanda: en 2012, China sola consumió casi el 50% de la producción global.
Otra de las razones de su apuesta en América Latina es la diversificación. A sus inversiones tradicionales en Asia y Oceanía ha sumado África y América Latina. Así garantiza mayor seguridad de recursos, al tiempo que aumenta su influencia diplomática a través de la inversión extranjera directa. El cese de la exportación de metales raros a Japón en 2010 (cuya producción monopoliza en un 90%) sirve de ejemplo.
Un estudio del Interamerican Dialogue, “Chinese Mining Activity in Latin America: A Review of Recent Findings”, describe una China con inversiones mineras en Perú, México, Ecuador, Brasil, China, Chile, Venezuela y Cuba, lo cual supone un 12% del volumen de su IDE en minería. Un 56% de sus inversiones están dirigidas al cobre, necesario para el desarrollo de infraestructura y electrónica. Sus socios principales son Brasil y Perú: en el primero participa de compañías ya existentes y en el segundo, las empresas chinas dirigen proyectos propios que actualmente suponen un cuarto de la inversión minera en el país.
Las consecuencias sociales y medioambientales de estas inversiones generan inquietud en la región. La primera gran inversión en Perú (Marcona, 1992) por parte de la Shougang Corporation es citada como ejemplo de bajos niveles de transparencia e insuficientes derechos laborales. No obstante, un estudio del Global Development and Environment Institute (GDAE) sobre las empresas de minería chinas concluye que en Perú, Chile y Brasil se han hecho grandes progresos en los últimos años, llegando a la conclusión de que no existe diferencia entre su desempeño y el de las compañías occidentales. La compañía Chinalco, por ejemplo, ha establecido una fundación social, invertido en infraestructura local y celebrado audiencias con la comunidad en Perú. Sin embargo, según este estudio las operaciones chinas podrían tener consecuencias negativas en otros países como Ecuador o Venezuela, donde las instituciones son débiles.
Aunque el esfuerzo inversor chino en minería es notable, de acuerdo con un estudio de Polinares sus corporaciones no son las más grandes y, por el momento, no dominan ningún país o industria en particular. En 2011, las compañías Chinas tan solo eran dueñas de un 3% del valor total de la industria minera, frente al 14,3% de la Unión Europea o el 8,9% de Australia. En un futuro cercano, sin embargo, esto podría cambiar, lo que ha suscitado la alarma entre algunos investigadores, que sugieren que para 2020 podría existir escasez de cobre, plomo, zinc y níquel, metales utilizados para generar productos con alta carga tecnológica. Si China controlara la producción minera, podría generar problemas de abastecimiento en otros países debido a su voracidad, arma de doble filo.