Por Germán Mangione (Editor del Observatorio de Actividad de los Capitales Chinos en América Latina)
La realización del G20 este fin de semana en Argentina dejo diferentes balances y perspectivas. Mientras se acordó una tregua temporaria entre EEUU y China, el gobierno de Mauricio Macri intentó mostrar un equilibrio en su relación con ambos y algunos logros vinculados a acuerdos y posibles inversiones. Sin embargo la tensión de la disputa lo hizo tomar algunas definiciones y volcar su balanza hacia oriente, donde se encuentra su principal socio actual. En esta nota hacemos un repaso por lo que Argentina se juega en la guerra comercial, y un análisis sobre los supuestos logros en los acuerdos con China.
Más allá de los documentos diplomáticos, las fotos y el clima de acuerdo que rondo la realización del G20 en Argentina, es innegable que lo que monopolizó la atención del mundo fue el nuevo capítulo de la guerra comercial que llevan adelante las dos grandes potencias imperiales que hoy se disputan el control del globo: China y EEUU.
Por eso más allá del documento conjunto de los 20 países lo que más relevancia tuvo fue el anuncio de una tregua “temporaria” entre ambas potencias luego de la reunión que el sábado mantuvieron Xi Jimpìng y Donald Trump.
El acuerdo
El convenio tiene 90 días de extensión durante los cuales no se aplicaran nuevas tarifas, pero se mantendrán las actuales de 10% sobre importaciones chinas a EEUU de US$200 mil millones.
En ese lapso la potencia asiática deberá abrir más su economía y equilibrar la balanza comercial con EE.UU, reduciendo el superávit comercial de US$ 370 mil millones que hoy la beneficia
Para esto China se comprometió a comprar una importante suma de productos agrícolas, energéticos, industriales y otros productos de los Estados Unidos para reducir el desequilibrio comercial entre los países.
Con respecto a la apertura de la economía China existe el compromiso de aprobar una operación de compra de la norteamericana Qualcomm de la estratégica empresa NXP Semiconductor que hasta ahora había sido bloqueada por Jimping para proteger un sector estratégico.
Una de las bases del acuerdo fue la necesidad de Trump de volver con alguna victoria diplomática, luego del revés que sufriera en las elecciones de medio término de noviembre, que desató la presión de lobbys industriales que tras las trabas comerciales vieron aumentar sideralmente los costos de insumos como el acero y el aluminio.
Este acuerdo es una tregua que no resuelve el fondo del conflicto, y que se hace sobre la base de que si en 90 días no se consiguen logros efectivos pierde vigencia.
Macri y el (supuesto) balance entre las potencias
“Creen que se plantea la necesidad de elegir entre uno y otro no es así. Nunca Argentina estuvo más conectada más al mundo que ahora, con nuestra restructuración. Tenemos una excelente relación con Estados Unidos, que siempre nuestro primer inversor privado y es el que más turistas aporta fuera de la región. Y mañana me reúno con el presidente chino, que está enamorado de Buenos Aires”, afirmó Macri en su contacto con la prensa al cierre de la cumbre del G20.
En el mismo sentido el ministro del interior Rogelio Frigerio aseguró que “EE.UU. es nuestro aliado estratégico en la región y reconocemos el lugar mundial de China que es nuestro principal socio comercial”
Sin embargo la estrategia de presentarse como equidistante de ambas potencias imperiales tuvo sus primeros traspiés a poco de comenzar el G20 cuando la vocera del presidente estadounidense, Sarah Sanders, emitió una declaración en la cual afirmó que “los dos líderes reiteraron su compromiso compartido de enfrentar los desafíos regionales como Venezuela y la actividad económica depredadora china”.
Poco después, el canciller argentino Jorge Faurie salió presurosamente a aclarar que “no creo que se haya hablado en esos términos”.
¿Por qué la Argentina aclaró varias veces, incluso en boca del mismo presidente Macri, que no estaba alineada con la belicosidad de EEUU?
Quien explica mejor el tema es el embajador Argentino en Beijing, Diego Guelar, quien afirmó que China es hoy el “el primer inversor, el primer banquero y el primer mercado para la Argentina”.
Desde allí se puede comprender porque Macri decidió ampliar la Asociación Integral Estratégica entre Argentina y China, cuyas bases sentó el kirchnerismo.
De hecho más allá de todas las reuniones bilaterales realizadas la visita de Xi Jinping fue la única visita de Estado de todos los líderes que estuvieron en la Argentina para la Cumbre del G20.
El peso de la soja
Un factor clave tanto en la guerra comercial entre las potencias, como en la relación de Argentina con su principal socio es la soja.
La interrupción de los embarque de soja estadounidense destinados a China a modo de represalia contra las políticas proteccionistas implementadas por Trump incrementaron de manera considerable los valores de la soja que producen Brasil y Argentina, en comparación con la soja estadounidense que vió desplomar su precio tras las sanciones chinas. Brasil pudo aprovechar más el fenómeno que nuestro país producto de la escasa producción que permitió la sequía.
Esto tuvo varias consecuencias palpables para la Argentina. En primer lugar se tornó mucho más rentable exportar poroto de soja que sus derivados procesados (harina y aceite).
Por otro lado EEUU se muestra en este mercado como una de las economías competidoras de Argentina, a diferencia de China que se presenta como complementaria. Otro punto para entender la inclinación hacia oriente de la balanza diplomática macrista.
La depresión de los precios norteamericanos impulsó una importación de su soja a niveles históricos para nuestro país. La consecuencia más palpable fue, además de la caída de la actividad industrial de transformación de dicha materia, la presión a la baja de los precios de la soja que se produce en nuestro país.
El Departamento de Agricultura de los EE.UU informó que la Argentina se convirtió en el mayor comprador de soja al país norteamericano luego de adquirir 1,3 millón de toneladas (Mtn) entre el 1° de septiembre y el 22 de noviembre pasados, quedando detrás de Holanda, México, España, Egipto, Tailandia, Taiwán, Pakistán, Japón e Irán.
Un año atrás para la misma época, China era el principal demandante del poroto estadounidense.
Habría que agregar a esta “competencia” que este año EE.UU. bloqueó el ingreso de biodiesel argentino (que se elabora con aceite de soja) y que el excedente de porotos norteamericanos producto del bloqueo chino se transforma en aceite y harina, donde la Argentina es líder.
Es por este cuadro de situación que el secretario de Agroindustria argentino, Luis Miguel Etchevehere, anunció con bombos y platillos “el compromiso” de la empresa estatal china Sinograin de incrementar las compras de poroto de soja en dos y tres millones de toneladas para la campaña 2018/19 y entre 300.000 y 400.000 toneladas las de aceite de soja.
Sin embargo, y más allá de los fuegos artificiales mediáticos, el anuncio no hace mella en la frágil situación de la agroexportación sojera. No hay nada nuevo bajo el sol. China reabrió en agosto pasado su mercado de aceite de soja (luego de 3 años de bloqueo), y no se logró ni un solo compromiso de abrir el mercado de harina, el principal producto de exportación argentino.
De mantenerse esta situación una de las consecuencias posibles es la profundización de la reprimarizacion de la economía local que ya sufre un proceso en ese sentido desde hace más de dos décadas.
Acuerdos pomposos, promesas de inversiones y poco que mostrar
Macri informó que en sus 17 bilaterales recibió promesas de inversiones por 3000 millones de dólares. Sin embargo a esta altura la cuestión de las inversiones es casi como el cuento del lobo. Nadie le cree mucho al pastorcito amarillo.
En lo que refiere a los acuerdos con China, más de 30 según informa la prensa oficial, la mayoría ratifican líneas de trabajo preexistentes, son acuerdos macro que no implican inversiones directas o afectan a mercados que no mueven el amperímetro de la economía local como es el caso de las cerezas, los caballos en pie o los ganados caprinos y ovinos.
Uno de los acuerdos con más peso fue el que realizaron el Banco Central de la República Argentina (BCRA) y el de la República Popular de China (PBC) en el que firmaron un acuerdo suplementario de “swap” de monedas por 60.000 millones de yuanes, equivalentes a unos US$ 8.700 millones.
Este acuerdo complementa el acuerdo bilateral de swap de monedas firmado entre ambos bancos en julio de 2017, una continuación del que puso en marcha en 2009 el por entonces presidente del BCRA, Martín Redrado, cuando las reservas en divisas se situaron en un 15% del Producto Bruto Interno (PBI).
“El monto total de los swaps, incluyendo ambos acuerdos, asciende a 130.000 millones de yuanes, que equivalen a us$ us$ 18.680 millones”, señala un comunicado del BCRA.
En caso de que el BCRA quiera utilizar el swap para intervenir en el mercado cambiario u otras operaciones, el crédito quedaría activado y empezará a tener un costo financiero que generalmente es menor al de plaza.
Otro de los acuerdos que tendrá como protagonista al complejo sojero es el Contrato Comercial entre el Ministerio de Transporte y la empresa china CRCC para la recuperación del Ferrocarril San Martín Cargas, que implica la renovación y mejoramiento de vías por un total de 1.020 km, por un monto de u$d 1.100 Millones.
Como sucede con la mayoría de las inversiones chinas en infraestructura el proyecto está apuntado a mejorar la rentabilidad de las compras abaratando el flete. En este caso además tiene como eje un viejo sueño chino que es el de transformar al pacífico en la puerta de salida para sus compras, lo que abarataría muchísimo más el transporte.
Más allá de las intenciones del gobierno argentino, una de las pocas cosas que han quedado claro luego del G20 (con la guerra comercial de imperios de fondo) y la tan mentada “vuelta al mundo de la Argentina” es que el lugar que le toca al país en ese concierto lo pone en una situación de extrema fragilidad.
Fragilidad que ata la suerte de su economía (y por ende de su política y rumbo) a los vaivenes de los intereses de los países centrales (y sus socios locales), a sus necesidades y definiciones.
ARGENTINA EN EL MERCADO DE SOJA
En relación al poroto, históricamente la Argentina sólo vende entre 8 y 12 Mtn de las más de 55 Mtn que produce, con excepción de la última campaña que se vio afectada por la peor sequía en medio siglo y apenas alcanzó a producir unas 36 Mtn. Sin embargo, tiene alrededor del 50% del comercio mundial de harina y aceite, con un procesamiento del 80% para la primera y casi un 20% para la segunda.