Fuente: Energia Estrategica
Germán Mangione, periodista y editor del Observatorio de Actividad de los Capitales Chinos evalúa los convenios firmados entre Argentina y el gigante asiático. ¿Cómo impacta en el sector energético? La necesidad de nuevos mercados y un país con problemas para acceder al financiamiento.
bservatorio de Actividad de los Capitales Chinos viene desde hace años siguiendo el paso a paso de las empresas que participan en Latinoamérica de origen Chino. Germán Mangione, periodista y editor general, analiza el comportamiento de los capitales chinos en nuestras pampas.
¿Qué características presentan las inversiones chinas en Argentina?
Para entender las inversiones chinas en nuestro país primero cabe mencionar que siempre se desarrollan en el marco de las necesidades del gigante asiático. La República Popular China vive luego de una década de crecimiento a un 9/10% anual una explosión de la concentración demográfica en las grandes ciudades (proveniente del éxodo agrario) y un crecimiento exponencial de la clase media. Esto ha aumentado la demanda interna tanto de alimentos, por los cambios dietarios provenientes de las mejoras de los niveles de vida, como de energía y materiales para la construcción de infraestructura. Esta demanda apunta a ser solucionada en gran parte con el mercado africano y el latinoamericano.
Gran parte de las inversiones en infraestructura (transporte, riego, puertos, etc) que realizan los inversores chinos (que en la mayoría de los casos cuando no es el estado chino directamente, sino sociedades mixtas) tiene que ver con mejorar los canales para sacar las materias primas de los países donde se invierte.
Además en el último tiempo (2010 en adelante) las inversiones apuntan no solo a comprar commodities sino a ser dueños de las empresas que los extraen y comercializan. En nuestro país ejemplos sobran: Sinnopec (petrolera), Nidera y Noble (agroexportadoras), Barrik Gold (minera).
Ante la necesidad de financiamiento externo de la Argentina, el gigante asiático apareció como la opción para enfrentar las presiones de las entidades de financieras tradicionalmente ligadas a EEUU y occidente. Así se estableció el Swap cambiario, que permitió al gobierno de CFK sortear el 2015 en medio de la paz cambiaria, con un dólar más o menos fijo, sin que las reservas se vean mermadas mientras se cumple con las obligaciones externas de pago de deuda.
¿Qué condiciones establecen?
Los veinte convenios firmados entre ambas naciones implicarían inversiones chinas por 7.500 millones de dólares, pero lo principal de esos acuerdos son créditos para importar máquinas y equipos de China. De esta manera la RP China se asegura la participación en los resortes estratégicos de la economía argentina y la posición de proveedor casi exclusiva de gran parte de la obra pública que motorizan, golpeando de lleno a la industria nacional. Más de la mitad de esos 7.500 millones de pesos de inversión prometida por China (4.714 millones) son financiados por el banco chino ICBC para las compras de las maquinarias y equipos para las represas hidroeléctricas Jorge Cepernic y Néstor Kirchner, en la provincia de Santa Cruz.
A esto lo complementan con Swap cambiario por 11 mil millones de dólares, pero en yuanes. Como el yuan no es convertible al dólar, ese “swap” sólo serviría para inflar las reservas o en todo caso aumentar las compras de mercadería china. Esto sin dudas profundizara el saldo comercial negativo que da en rojo para nuestro país desde 2009. El intercambio comercial de nuestro país con China registra un desequilibrio creciente. Mientras que en los últimos 5 años nuestras exportaciones al gigante aumentaron solo un 27%, lo que llega desde oriente creció en ese lapso un 123% . Esto fue poniendo en rojo los números que a principios de la década pasada nos eran favorables
El saldo comercial, que en 2009 era negativo en US$ 895 millones, el año pasado anotó un déficit de US$ 5789 millones. Exportamos por valor de US$ 5.006 millones e importamos por un monto de US$ 10.975 millones.
Este swap que no es otra cosa que un crédito a corto plazo que se tomó con un interés anual del 7% (un poco menores a el resto de los créditos conseguidos en el mercado financiero que rondaron el 9%) y con un año de vencimiento. Esto significa por ejemplo, que los yuanes que se tomaron el 11 de diciembre de 2014 habrá que pagarlos el 11 de diciembre de 2015, al día siguiente que asuma el nuevo gobierno.
Pero más allá de lo financiero, China impone ante la necesidad argentina sus condiciones. Así, por ejemplo, en el artículo 5º de los convenios ratificados este año se establece sin ambigüedades que “las adquisiciones en el marco del proyecto de sector público argentino cuya ejecución se enmarca dentro del alcance del plan integrado podrán efectuarse a través de adquisición directa, siempre que estén sujetas a financiamiento comercial de la parte china”. Por lo que queda afuera toda posibilidad de desarrollo de la industria nacional en relación a esos proyectos.
Además en una muestra de cesión directa de soberanía, y en en contraposición a la pelea con los fondos buitres por la intromisión de la corte de New York, se establece que en caso “de controversias”, se cede la soberanía jurídica a “tribunales internacionales” radicados en París Francia e Inglaterra. Y se prevé que si alguna de las partes deja caer el acuerdo general “la terminación no afectará la aplicación de cualquier convenio concluido” en el marco del mismo. O sea, lo que ya se pactó seguirá firme.
¿Qué experiencias hay hasta el momento en nuestro país?
Desde 2004 cuando Nestor Kirchner firmo con Hiu JinTao los primeros acuerdos “estratégicos” con China las relaciones ha ido profundizándose de manera exponencial, pero también el desequilibrio en la relación. No solo ha aumentado el déficit comercial perjudicando a nuestro país sino que se han profundizado un camino de intercambio desigual en torno a la industria.
El 63% de nuestras exportaciones son porotos de soja, mientras que compramos en China la cuarta parte de los bienes de capital y de consumo importados.
Un informe elaborado en septiembre de 2014 por la Cámara de Industriales de Proyectos e Ingeniería de Bienes de Capital (CIPIBIC) alertaba que en las últimas décadas China logró posicionarse a nivel internacional como el principal productor y exportador de bienes industriales, desplazando a los líderes tradicionales como Estados Unidos, Japón y algunos países de la unión Europea.
El gigante asiático concentra en Argentina “casi el 20% de las importaciones locales del sector, al tiempo que para inicios de la década su participación era de apenas el 2,6% del mercado. Este crecimiento tuvo como contrapartida la caída de los proveedores tradicionales, como Estados Unidos, que perdió 13,2 puntos porcentuales de participación en el total de las importaciones argentinas de maquinarias y equipos” (el avance de China en la provisión de bienes de capital implicó también en el período 2007-2013 el desplazamiento de Brasil en el ranking de participación por país).
La disputa por el mercado industrial y de bienes de capital, el otro gran mercado mundial además del de las “mercaderías”, explica también muchos conflictos de orden político al interior de los países latinoamericanos.
Un claro ejemplo de como la supuesta relación “sur-sur” con China no es otra cosa que la vieja y conocida relación entre la potencia y la colonia (solo que ahora enmascarada como relación comercial igualitaria) la tuvimos allá por el 2010 con el conflicto en torno al aceite de soja.
En abril de aquel año China suspendió las compras de aceite de soja, aduciendo que “no cumplía las normas sanitarias, al tener más de 100 partes por millón de solvente residual”. En el mismo mes Hu Jintao hace una gira por Brasil, Venezuela y Chile, pero no viene a la Argentina. El viceministro de comercio Jiang señaló que “en 2009, las autoridades argentinas iniciaron 18 casos de investigaciones antidumping contra productos chinos, es el 64% de todas las medidas de igual carácter que se tomaron en toda América Latina”. Ante la inminencia de la caída de la compra china de aceite, uno de los principales productos exportados por Argentina, los reclamos antidumping fueron perdiendo fuerza. Nuevamente la fuerza (y la billetera) de la demanda daban muestra de cómo iba a desenvolverse la relación. La base espacial China en Neuquen (de posible uso militar) fue otra muestra de que las necesidades del comprador se impondrían ante cualquier criterio de los vendedores.