Fuente: 5dias
Desde hoy (16 de mayo) y hasta el miércoles se reúne en Lisboa la comisión permanente de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana (Eurolat), un foro que desde 2006 permite a representantes del Parlamento Europeo y de varios parlamentos supranacionales latinonamericanos estrechar unos lazos habitualmente poco apretados.
La cita lisboeta permitirá, entre otras cosas, analizar el estado de las negociaciones comerciales entre ambos lados del Atlántico (repercusión del TTIP con EE UU, modernización del acuerdo con México, retomar los contactos con Mercosur). Pero también servirá para debatir sobre la creciente presencia de China en un continente poblado en gran parte por descendientes de europeos, pero con el que Bruselas mantiene una relación cortocircuitada por las divisiones políticas en el seno de la UE, los contradictorios intereses comerciales de los socios (Francia, por ejemplo, se opone al acuerdo con Mercosur, defendido por España) y hasta por la ignorancia de algunas capitales europeas sobre la importancia del vasto territorio latinoamericano.
El distanciamiento europeo ha facilitado la expansión de China, un país ávido de materias primas y necesitado de mercados para sus imparables exportaciones.
La asamblea Eurolat, copresidida por el lado europeo por el eurodiputado socialista Ramón Jáuregui, debatirá y votará en Lisboa un informe en el que se analiza la repercusión de la estrategia económica y financiera de China en las relaciones entre América Latina y la Unión Europea.
El informe recuerda que el último plan de Pekín para la región prevé una inversión de 250.000 millones de dólares durante la próxima década en los países latinoamericanos.
El documento reconoce que la creciente relación comercial con Pekín ha permitido a Latinoamérica mejorar su balanza comercial, revalorizar sus exportaciones y atraer capital y tecnología china. Pero advierte de los límites y riesgos de un modelo de comercio basado casi exclusivamente en la exportación de materias primas cuyo precio y demanda pueden caer de manera repentina, sobre todo, si la economía china se enfriara.
China, además, no es solo un excelente cliente, sino también un fiero competidor y Latinoamérica se está resintiendo de ello, con caídas de salarios o pérdidas de mercados como el siderúrgico, cubiertos tradicionalmente en algunos países por la oferta nacional. “En cinco años, hemos perdido la mitad de nuestra cuota de mercado nacional”, se quejaba recientemente en Bruselas el ministro mexicano de Economía, en una conferencia organizada por la OCDE para analizar la avalancha de exportaciones de acero chino que inundan el mercado mundial a precios presuntamente subvencionados.
La ponencia que debatirá Eurolat aboga por coordinar las posiciones del bloque europeo y latinoamericano “para desarrollar el potencial de las relaciones económicas, financieras y comerciales de ambas regiones con China”.
Pero la propuesta de hacer un frente Eurolat para lidiar con China choca con la desunión que los dos bloques acusan en su propio seno.
Latinoamérica dista mucho de ser una unidad desde el punto de vista económico. El comercio intrarregional es muy escaso y apenas llega al 20% de las exportaciones, incluso entre los miembros de los supuestos “mercados comunes” como la Comunidad Andina o Mercosur.
A este lado del Atlántico, la integración económica y política es mucho mayor, pero la errática actitud de Bruselas hacia Latinoamérica tampoco favorece la posibilidad de sellar acuerdos transatlánticos para frenar la expansión china.
La prioridad de Berlín y Londres es el acuerdo con EE UU, conocido como TTIP. Francia interpreta como una amenaza a su sector agrícola la apertura comercial hacia Latinoamérica, sobre todo hacia las potencias agroalimentarias como Brasil y Argentina.
Y España, el país más interesado en potenciar los vínculos económicos transatlánticos, no cuenta con fuerza suficiente en Bruselas para imponer su criterio.
Aun así, la relación podría estrecharse por la vía menos esperada: Estados Unidos. Los países latinoamericanos temen el impacto del TTIP en su comercio con el gigante del norte y no quieren quedarse fuera de la tarta. México ya ha pedido actualizar su acuerdo con Bruselas, para adaptarlo a ese nuevo escenario. Y Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) retomó la semana pasada las negociaciones con la UE tras 11 años de tenerlas paralizadas por las diferencias sobre el sector agrícola, los servicios y la licitación pública.