Fuente: Perfil
El acercamiento del Gobierno a China no genera la misma reacción en todos los grandes empresarios, que se reparten entre los que ven una competencia amenazante, un atractivo, pero desafiante mercado que conquistar y un socio financiero necesario para pisar fuerte en el escenario internacional.
La desconfianza y preocupación del presidente del gigante siderúrgico Techint, Paolo Rocca, cristalizada en la reacción esta semana de sus lobbistas en la Unión Industrial Argentina (UIA), emerge de una concepción histórica: considera que la irrupción del acero chino en América Latina en la última década cambió para siempre el negocio. Según la Asociación Latinoamericana de Acero (Alacero), las ventas de ese producto ‘made in China’ en la región pasaron de 0,3 millones de toneladas por año en 2005 hasta 8 millones de toneladas el año pasado. Ya hoy, el 50% del acero mundial se hace en China y Latinoamérica es su segundo mayor mercado.
Techint tiene una planta de roscado de tubos en Qingdao, desde 2008, que produce cincuenta mil toneladas anuales de conexiones y tubos. Pero cuando escuchan “China” en el holding piensan en otra cosa. Hay una especie de “departamento China” dentro de la compañía, que sigue minuto a minuto la actualidad de ese país; no es extraño que un empleado revise los planes quinquenales o vea qué dice Xi Jinping cuando habla en el Partido Comunista. La “obsesión” de Rocca por China se explica además por el impacto de la competencia sobre las empresas metalmecánicas: si desaparecen, son menos clientes para Techint. Por eso, en cada presentación pública, los gerentes de la T siempre hablarán del “dumping comercial y social” con el que llega la producción más barata desde Asia.
Cuando durante el último viaje de Cristina Kirchner al gigante asiático la UIA apuró, sin aprobación del comité ejecutivo, la difusión de un informe crítico de los convenios que se firmaban para obras de infraestructura con adjudicaciones directas y pocos detalles, enseguida los ojos se posaron sobre Luis Betnaza, gerente histórico representante de Rocca en la central fabril. La Presidenta criticó a la empresa en público por participar de una represa en San Juan con crédito chino y al mismo tiempo oponerse a los acuerdos, pero la postura de Techint englobó el reclamo también de otros sectores que en licitaciones públicas vienen quedando desplazados a pesar de estar especializados en la construcción de represas.
Pero no todos los número uno tienen pavor por China. Para la industria alimenticia, el mercado chino es un sueño. Lo sabe Luis Pagani, que con Arcor tardó en entrar con sus caramelos y golosinas un buen rato. Tuvo que descubrir cómo le gustan los bombones a los chinos para finalmente en 2006 inaugurar una oficina comercial en China, ubicada en Shangai para centralizar las operaciones comerciales de los países de la región Asia Pacífico. En la Coordinadora de Industrias Alimenticias (Copal), están tranquilos en un punto, más allá de las quejas por el oscurantismo de los convenios firmados por el Gobierno: la industria local es muy competitiva y “se banca” a los productos de afuera.
Para Roberto Urquía, dueño de Aceitera General Deheza, uno de los mayores exportadores de aceite de soja, es clave no convertirse en proveedor exclusivo de los chinos, según comentó en noviembre en el aniversario de la Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja). La compañía le vende menos del 20% del total de su producción y sabe lo que es lidiar con las reglas de juego chinas. “Si ellos se convierten en tu único cliente, te bajan el precio y te traban el embarque hasta que lo aceptes”, dicen cerca de Urquía, empresario que fue senador por el kirchnerismo y acompaña todos los años a Cristina Kirchner en el Día de la Industria. Urquía enfrenta por otro lado a los chinos como competencia en el mercado global de maní, y para darles pelea hace hincapié que mientras ellos venden volumen, su compañía se diferencia por calidad.
Una mirada diferente sobre cómo vincularse con China es la de los hermanos Bulgheroni. Carlos, el mayor, dijo hace poco que habría que empezar a explorar el espacio exterior en busca de recursos. Así, hace varios años, no tuvo problemas en negociar asociar Bridas Energy con la petrolera china Cnooc, y de esa manera contrapesar vía Bridas Holdings a British Petroleum en el control de su petrolera insignia PAE. Ahora, además, consiguió con los chinos quedarse con los activos de Exxon Mobile en el país, relanzar las estaciones de servicio Esso con el nombre Axion y ampliar con US$ 2 mil millones la refinería de Campana.
Los acuerdos potenciaron diferencias
La firma de convenios entre la Argentina y China y su cuestionamiento en la Unión Industrial Argentina, la central fabril de mayor antigüedad y representatividad del país, sacaron a la luz las críticas que siempre afloran cuando están por renovarse las autoridades. “A la UIA la manejan cinco o seis personas políticamente”, soltó primero Juan Carlos Lascurain, titular de Admira y ex jefe de la entidad, que respalda las políticas del Gobierno incluso los acuerdos con China. Héctor Méndez, el hombre que dejará la presidencia de la Unión Industrial entre marzo y abril le contestó con dureza y hasta le pidió disculpas durante un encuentro la última semana. Con sus dichos alentó sin proponérselo para que otros recordaran los contratos que Lascurain tiene en obras públicas con su empresa Fainser, que por ejemplo lleva adelante la construcción llave en mano de una central de generación eléctrica de 800 mw en Santa Fe junto a General Electric y la española Duro Felguera.
Como sea, aún no hay novedades sobre quién sucederá a Méndez. Por el pacto de alternancia entre las dos listas internas que integran la UIA, ahora sería el turno de que Industriales –el grupo que sostienen Techint y Arcor, entre varios otros– elijan a un hombre para sentarse en el sillón del lobby durante los últimos meses de Cristina Kirchner y los primeros casi dos años de quien la suceda tras las elecciones. Un nombre previsible ya se anota por si alguien tenía dudas: es José Ignacio de Mendiguren, hoy diputado del massismo que le cedió el mando a Méndez allá por 2013, no sin temblores previos.