Fuente: La Nacion
Se colocará una alfombra roja del tamaño y el largo que la comitiva pretenda. Habrá hospitalidad, ceremonias y cortejos. Se verán también un gobierno y una clase empresarial que danzarán al ritmo que impongan los visitantes. No es para menos. El sábado próximo llegará a la Argentina el presidente de China, Xi Jinping. El hombre que maneja la segunda economía del mundo, la que más creció en los últimos años, hizo un lugar en su agenda para empezar a delinear una relación bilateral distinta, que trascienda la soja.
La visita del presidente remite inmediatamente a aquella visita de su predecesor, Hu Jintao, en noviembre de 2004 cuando Néstor Kirchner era presidente. Nadie puede dudar que la visita de un político que integra el ramillete de los hombres más poderosos del mundo siempre es una buena noticia. Pero, en aquel entonces, las expectativas que el propio gobierno hizo correr antes del aterrizaje del jerarca chino terminaron por proyectar una sombra de decepción sobre una visita que tuvo más de declarativa que de operativa.
Se habló del pago de la deuda y de inversiones que llegaban a 11 ceros. El gobierno construyó una burbuja roja con forma de dragón. Poco pasó desde entonces. La Argentina nunca terminó de consolidarse como exportador de otra cosa que no sea materias primas, especialmente soja. Eso sí, compró cada vez más manufacturas con alto valor adquisitivo. China logró lo que vino a buscar en aquel 2004: el apoyo para ser reconocida como economía de mercado. Diez años después la ilusión se vuelve a encender. Un cuento chino ya se filmó, con Ricardo Darín de protagonista. No hace falta una segunda parte de aquel film, pero sí vale la pena otra historia.
En aquel 2004 lleno de ilusiones, Kirchner y Hi Jintao firmaron cartas de intención. Se trataba de acuerdos que el Gobierno firmó con empresas de China que permitirían poner en marcha un proceso de análisis para saber si China realizaría inversiones por alrededor de 20.000 millones de dólares en los próximos 10 años.
Según aquellos documentos, unos US$ 8000 millones estarían destinados a financiación de inversiones durante una década en servicios ferroviarios urbanos e interurbanos. Además, había otros 5000 millones para aplicarse en cinco años a actividades en el sector de hidrocarburos.
Ahí no terminaba la cosa. Otros 6000 millones de dólares serían destinados entre 2004 y 2009 a la construcción de 300.000 viviendas populares y obras de infraestructura en general. Y como si eso fuera poco, había 450 millones para diferentes emprendimientos en comunicaciones, además de 260 millones, siempre hablando de dólares, que se destinarían a tecnología satelital.
De aquella expresión de voluntad millonaria quedó muy poco. Los años pasaron y de acuerdo con aquel entendimiento, se deberían haber gatillado los voluptuosos 20.000 millones de dólares. Sin embargo, lo que ocurrió es que la Argentina ha pasado a tener un fortísimo déficit en la balanza comercial bilateral.
Vale mostrar algunos números para entender quién se llevó la mejor parte después de aquella visita oriental. En 2004, la balanza comercial bilateral tenía un saldo favorable para la Argentina de 1230 millones de dólares. El comercio se multiplicó por cuatro, según datos de la consultora Fimades. Sin embargo, en 2013, ultimo año con datos consolidados, esa cuenta tuvo un déficit de 5030 millones de dólares para el país. Dicho de otra manera, los chinos vendieron 5030 millones más de lo que desde estas tierras se pudo colocar en el gigante asiático.
“Las relaciones bilaterales entre Argentina y China están por ahora más basadas en el comercio que en las inversiones -opina Marcelo Elizondo, de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI)-.Las exportaciones de Argentina a China en 2013 (6358 millones de dólares) confirman al gigante asiático como nuestro segundo principal mercado, después de Brasil. Pero debe decirse que la dinámica del comercio entre Argentina y China tuvo enorme fuerza desde el inicio del siglo XXI hasta hace un lustro y desde allí la situación de amesetó.”
Desde entonces, las exportaciones argentinas hacia China no se superan. En 2011, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) fueron de 6561 millones, un valor similar a los 6598 millones de dólares a los que se había llegado en 2008.
Pero estos números quedan pequeños comparados con los que muestra China. En 2012, el país asiático exportó 2,2 billones de dólares e importó por 1,9 billones. Vale decir que el saldo de su balance comercial fue positivo 300.000 millones y su flujo total de comercio exterior ascendió a 4,1 billones, más de 10 el veces el PBI de Argentina, apunta un documento de la consultora DNI. De acuerdo con un trabajo llamado Impacto de China en América latina realizado por la Red Mercosur de Investigaciones Económicas, un espacio de estudio formado por universidades de los países miembros del bloque, hay varios sesgos preocupantes en la relación entre América latina y China “las exportaciones de América latina a China se concentran en 77,6% en tan sólo cinco capítulos liderados por productos minerales, agrícolas y combustibles”. China vende productos industriales.
Luis Palma Cané, especialista en comercio exterior y socio de Fimades, dice que, pese a este retraso, China tiene un gran atractivo por el elevado dinamismo comercial y el crecimiento potencial de su PBI para los próximos años que estará dentro de la banda de 7,5 a 8%. “Si a ello se le suma nuestra escasa participación en su comercio exterior y la fuerte concentración de las exportaciones argentinas en productos del sector primario, es claro que nuestro país tiene una gran oportunidad para incrementar el intercambio; escenario que se facilitaría, en grado sumo, si se suprimieran o flexibilizaran las actuales restricciones cambiarias y comerciales como son las retenciones y los aranceles”, dice el economista.
Todo por construir
Más allá de los problemas en la relación comercial, China se ha convertido en un gran inversor en América latina. Las estimaciones de la Cepal indican que entre 2005 y 2013, China dispuso de más de US$ 100.000 millones en préstamos a los países de la región. En 2013, el ministro de Petróleo de Venezuela, Rafael Ramírez, anunció un acuerdo con China National Petroleum Corporation (CNPC) para la inversión de US$ 28.000 millones en un nuevo proyecto en la Faja Petrolífera del Orinoco. Luego se agregó otro por US$ 14.000 con la petrolera estatal China Petroleum & Chemical Corporation (Sinopec). Esta empresa adquirió el 40% de la española Repsol en Brasil por US$ 7100 millones. En 2011, Sinopec expandió sus operaciones en Brasil con la adquisición del 30% de la portuguesa GALP por más de US$ 5000 millones. En Perú hubo inversiones mineras por alrededor de 6000 millones de dólares.
En la Argentina se realizó prácticamente una sola inversión importante. La China National Offshore Oil Corporation (Cnooc) compró 50% de la petrolera argentina Bridas, de la familia Bulgheroni, por US$ 3100 millones. Meses después, Bridas, ya con mayoría china, adquirió 60% de Pan American Energy por US$ 7000 millones. No hubo más como inversor y mucho menos como financista.
Aún es una incógnita qué traerá debajo el brazo el presidente chino. En el Gobierno se ilusionan con la posibilidad de financiar las plurianunciadas y nunca iniciadas represesas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic. Las presas que se localizan en el cause del río Santa Cruz están adjudicadas al consorcio formado por Gezhouba Group (China), Electroingeniería e Hidrocuyo. Han proyectado un presupuesto de $ 29.912 millones (cifra ya desactualizada) y deberán tener financiamiento para empezar a colocar cemento. Desde que se adjudicaron hace un año hubo varios viajes a China ya sea de los empresarios de Electroingeniería como de funcionarios del Ministerio de Economía. Pero la cosa no ha resultado fácil. Los más optimistas del Gobierno esperan que los documentos para poner el dinero en esa obra se firmen en este viaje. Pero claro, no todos son optimistas. Al fin y al cabo se trata de poner dinero en un sector, el energético, que no tiene precios de mercado como para saber cuál será el flujo de fondos con el que se repagará la obra.
Los que tienen más chances de quedarse con los contratos firmados son los funcionarios del Ministerio del Interior y Transporte. Florencio Randazzo, jefe del área, también tiene varios viajes a China. Creen que estos días habrá fumata blanca para la también plurianunciada y nunca iniciada renovación del ferrocarril Belgrano Cargas. El hombre compró más de 1000 coches ferroviarios en China y pagó contra entrega, casi contado. Sabe que la firma del financiamiento del tren de carga le dará, además, algo de oxígeno al reclamo que escucha cada vez más seguido: que logre que los chinos pongan una planta en la Argentina para mantener los miles de coches que vendieron y acallar las voces de sus colegas de Gabinete que le dicen: “Los trenes son lindos, pero son chinos. No dan trabajo argentino