Fuente: La Nación
Desde hace tiempo que la Argentina y China buscan edificar un vínculo más allá de la soja. La visita del presidente Xi Jinping a Buenos Aires será la cristalización plena de ese proyecto que Pekín busca concretar para establecer una relación estratégica a largo plazo con la Argentina.
En la práctica, estos planes exceden el marco comercial y China busca hacer pie en la Argentina, al igual que en otros países de la región para contrarrestar el peso de Estados Unidos o de Rusia en América latina. Cristina Kirchner buscará, a su vez, que Xi Jinping se convierta en el nexo de entrada para sumarse al bloque de países emergentes agrupadosnucleados en el Brics que China integra junto con Rusia, la India, Brasil y Sudáfrica. No es casual que el presidente chino arribe a Buenos Aires apenas unos días después de la cumbre de los Brics que se hará en Brasil la próxima semana y siete días posteriores a la visita del presidente de Rusia, Vladimir Putin, a la Argentina.
“Hay muchos indicios que muestran que China pasaría a considerar a la Argentina como un socio estratégico integral, como ya lo hizo con Brasil, lo que significaría que le otorgará a nuestro país una mayor jerarquización en las relaciones para aumentar los vínculos comerciales, los acuerdos energéticos y los lazos políticos”, expresó a LA NACION el embajador Miguel Velloso, que integra el Consejo Académico Argentino-Chino.
Esta categorización que le quiere otorgar China a la Argentina no es caprichosa, sino que responde a los mandatos de la clase dirigente del Partido Comunista gobernante. En la Casa Rosada admiten que la intención de la presidenta Cristina Kirchner es mostrarse como un “socio estratégico” de China para jugar un papel preponderante en la geopolítica mundial. Algo parecido ocurre con Rusia y sus acercamientos a la Argentina. Es un rol que a la Presidenta le gusta jugar sobre todo en momentos en que la relación con Estados Unidos no pasa por el mejor momento por el conflicto con los fondos buitre. El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, es el hombre clave del Gobierno que tiene en sus manos las cartas para jugar con los chinos.
En abril pasado, ya selló acuerdos con el canciller Wan Yi para el desarrollo de una Estación de Espacio Lejano en Neuquén, avanzó en la incorporación de capital chino para las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, avaló los acuerdos energéticos con Pan American Energy en la Patagonia y el desarrollo minero en la cordillera de los Andes, entre otras cosas.
“La estrategia política de China es jugar fuerte y establecer vínculos con otros países que no siempre son simétricos -dijo el sociólogo y profesor de política internacional de la Universidad Di Tella, Roberto Russell-. Por ello es necesario tener una dirigencia bien preparada para enfrentar ese partido.”.
La última visita de un referente de alta jerarquía de China se dio en 2004 cuando el entonces presidente Hu Jintao estuvo con Néstor Kirchner. Desde allí, se estima que China ofreció a la Argentina más de US$ 14.000 millones en préstamos para el desarrollo de diversas actividades. En el Gobierno están convencidos de que la posibilidad de potenciar el vínculo con China les abrirá las puertas para nuevas líneas de préstamos en momentos complicados para la cosecha de divisas.
Entre 2002 y 2010, las exportaciones de la Argentina a China se incrementaron a una tasa del 23,2% acumulativa anual, mientras que las importaciones lo hicieron a un ritmo superior: 48,1 por ciento. El Gobierno busca revertir un déficit en la balanza comercial con China que en los últimos años fue de unos US$ 2000 millones.
Sin embargo, Pekín parecería mirar más allá de esos números: en el denominado “Libro Blanco”, China estableció a grandes rasgos sus planes para América latina. Entre esos proyectos no sólo está la acumulación de soja de la Argentina para alimentar a su extensa población. También hay una amplia gama de otros proyectos estratégicos con vistas a los próximos 50 años. Aunque en la Argentina el largo plazo nunca constituyó una verdadera política de Estado..