En sus 14 años de gobierno, la política exterior venezolana cambió drásticamente de dirección, alejándose de su socio regional por tradición, los Estados Unidos, y acercándose más a países de distinto tinte político como Rusia o Irán. Con la partida de Chávez, un eventual cambio en la política exterior del país petrolero pudiera generar inconvenientes con sus nuevos aliados, en especial China, actualmente la principal fuente de financiamiento extranjero del gobierno venezolano.
Para China ha sido fundamentalmente una relación basada en intereses energéticos. Los tratados firmados con Venezuela forman parte de la “diplomacia energética” empleada por China; estrategia que busca garantizar la creciente demanda de energía en el país asiático. En el caso de Venezuela ha sido esencialmente una relación cliente-banca. Desde el 2005, China le ha prestado a Venezuela en forma de “fondos estratégicos” un aproximado de 38 mil millones de dólares; líneas de crédito todas respaldadas por contratos de suministro de petróleo. De esta forma el gobierno de Chávez perjudicó a las administraciones venideras puesto que los pagos de la deuda están ligados a la venta futura de un petróleo que ni siquiera ha sido extraído del subsuelo.
El Fondo Conjunto Chino-Venezolano y la Diplomacia Energética
El Banco de Desarrollo Chino (BDC) y el Banco de Exportación e Importación Chino (BEIC o EXIM Bank, en inglés) fueron creados en 1994 con el fin de actuar como vehículos estatales para financiar y apoyar explícitamente proyectos y políticas gubernamentales. Los dos bancos han sido los pilares de la diplomacia energética ejercida por China.
Comenzando en el 2005, China le ha prestado a Latinoamérica un aproximado de 75 mil millones de dólares. El BDC emitió 82% de los préstamos, mientras que el BEIC y el Banco Industrial y Comercial de China contribuyeron con el 12% y 6% respectivamente. Es importante destacar que casi el 90% de los préstamos fueron concentrados en cuatro países: Venezuela (51,1 %), Brasil (15,6%), Argentina (13,3%) y Ecuador (8,4 %).
El rol de China como socio financiero de Latinoamérica es un fenómeno del siglo XXI. Ya en el 2010 China le prestaba a Latinoamérica más que el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco de Exportación e Importación de EEUU juntos. El caso más notorio dentro de la región, no cabe duda, es el de Venezuela. Fuera de China, Venezuela es el prestatario más grande del BDC.
Los préstamos más grandes otorgados por China a Venezuela han sido el Fondo Pesado de Inversión China – Venezuela, establecido en noviembre de 2007 por 6 mil millones de dólares y luego duplicado a $12 mil millones en septiembre de 2008, y el Fondo a Largo Plazo y Gran Volumen establecido en abril de 2010 por 20 mil millones de dólares. Según el gobierno venezolano, el destino de estos fondos es el desarrollo de proyectos de infraestructura y programas sociales en asociación con la República Popular China.
En ambas ocasiones, la deuda contraída por Venezuela es a ser pagada por PDVSA mediante la entrega de petróleo. PDVSA está comprometida a enviarle entre 200 y 300 mil barriles diarios a China hasta que la deuda sea saldada. China deposita su pago por el crudo en una cuenta creada por Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (BANDES) en el BDC de donde a su vez es debitado el pago del préstamo y sus intereses. Debido al gran tamaño de cada uno de los fondos y al solapamiento de los contratos de financiamiento, hoy en día China se queda con $70 por barril como pago de la deuda. PDVSA únicamente recibe por su petróleo la diferencia entre los $70 y el precio del barril en el mercado.
Inter-American Dialogue. The New Banks in Town: Chinese Finance in Latin America. Febrero 2012.
Cambio de actitud
No obstante las estrechas relaciones entre Venezuela y China, desde que el presidente Chávez se transfirió a Cuba a finales del año pasado para tratarse el cáncer del cual eventualmente falleció, el gobierno chino ha mostrado reticencia en cuanto a continuar financiando al país latinoamericano. Durante la última reunión bilateral llevada a cabo en Beijing en diciembre pasado, China se negó a desembolsar las últimas cuotas de uno de los acuerdos previamente firmados entre PDVSA y el BDC. Así mismo, en enero de este año, el gobierno chino le negó a BANDES una solicitud hecha el noviembre pasado de firmar un nuevo acuerdo por 15 mil millones de dólares.
En ambas ocasiones el gobierno chino argumentó que Venezuela no ha cumplido con lo estipulado en los previos contratos de financiamiento. De acuerdo con una fuente en Venezuela, consultada por el Brookings Institution, el gobierno chino “se siente incómodo porque 8 mil millones de dólares desaparecieron sin consideración de China”. El gobierno chino ha insistido en una rendición de cuentas más estricta con respecto a cómo sus préstamos son utilizados.
El cambio de actitud también se puede relacionar al estado resquebrajado de la economía venezolana y su capacidad para honrar la deuda. Venezuela cerró el 2012 con una inflación del 20,1%, la más alta de toda Latinoamérica. Independientemente de haber gozado de los ingresos petroleros más altos de la historia venezolana, la deuda de PDVSA creció de 2 mil millones de dólares en 1999 a 85 mil millones de dólares hoy en día. Venezuela es un país fundamentalmente dependiente de las importaciones, con un mermado aparato productivo y una empresa privada asfixiada por controles estadales. De cada 100 dólares del PIB venezolano, 96 provienen de la renta petrolera. Todo esto sin mencionar la aguda crisis social que atraviesa el país caribeño.
El gobierno chino debió haber contemplado en su momento que Venezuela aún estaría pagando su deuda después de que Hugo Chávez dejara la presidencia. De momento, el país petrolero se encuentra a la espera de elecciones presidenciales a realizarse el próximo 14 de abril. Los dos candidatos, Nicolás Maduro, sucesor de Chávez y ahora presidente interino, y Henrique Capriles Radonski, candidato electo por la unidad opositora, representan dos caminos antagónicamente distintos para Venezuela.
Una victoria de Capriles pudiera significar un cambio notorio en la política exterior venezolana. El candidato opositor ha mencionado en varias ocasiones que de llegar a la presidencia reconsideraría todos los tratados firmados con China y Rusia. Incluso una victoria oficialista por parte de Maduro, dado el crítico estado de la economía venezolana y la deteriorada infraestructura de su industria petrolera (PDVSA está dejando de producir 600 mil b/d por falta de capacidad de refinamiento), pudiera resultar en el incumplimiento de los convenios firmados con China. Independientemente de quien gane las elecciones una cosa es segura, con la partida de su controversial y primordial promotor, las relaciones sino-venezolanas serán puestas a prueba.