Fuente: Mauro Restifo para SURsuelo
El crecimiento de Brasil está en boca de todos. La actualidad del vecino país exhibe hoy uno de los volúmenes más importantes en cuanto a producción, valor e inversión. Pero no es habitual encontrar un análisis que muestre con claridad cómo se podrían aplicar estos lineamientos en otras economías regionales. Esto se debe a que la situación de Brasil tiene ciertas particularidades que no son asimilables a las del resto de Latinoamérica.
Brasil es la nación más industrializada de la región, lo que le permite bajar la volatilidad de la economía a la vez que reproducir el mercado interno con mayor independencia. Al tener una mayor industrialización, su producción agrícola adquiere más posibilidades de ser reorientada hacia las necesidades internas sin descuidar las oportunidades que representan los precios internacionales.
Es aquí donde entra a tallar China y surge la eterna pregunta: ¿Es beneficioso el vuelco drástico de la economía hacia las ventajas comparativas? Y otro interrogante que tiene que ver más con la actualidad: ¿Es beneficiosa la relación con China si esto significa modificar el esquema productivo y concentrarlo en un par de ramas de la producción?
¿China rompió el MERCOSUR? Todavía no
Brasil es el principal socio intra-MERCOSUR. Como China penetra cada vez más los mercados sudamericanos con sus productos manufacturados, desplaza a Brasil como principal socio de los países vecinos. La relación con China es positiva teniendo en cuenta el comercio recíproco, pero Brasil pierde con los asiáticos y retrocede en el rubro manufacturas a la hora de competir en sus mercados vecinos.
El gigante asiático se ha convertido en el principal socio e inversor de Brasil pero también en su principal competidor. Del mismo modo que han echado raíces en el caribeño país, lo han hecho en el resto de Latinoamérica. Y del mismo modo, compran materia prima mientras intentan colocar sus manufacturas (algunas útiles y otras parasitarias). Brasil es el principal productor manufacturero de la región, por lo tanto su ventaja en la zona residía en ese rubro. Hoy ve amenazado su liderazgo a corto plazo. Una amenaza que sólo puede soportar por el alto precio de los commodities. La soja, los minerales y el petróleo en 2008 representaron el 75% de las exportaciones a China.
“La intención de China es bajar los precios de lo que consume”
La política económica promovida por los Chicago Boys, iniciada con la dictadura de Pinochet y certificada en 1982 con el Consenso de Washington, tenía por objetivo promover una reforma estructural. Pero esta reforma estructural ya no es promovida por Washington sino por Beijing. Estas estructuras modifican las economías. El rumbo marcado es la vuelta a una primarización extrema.
Recordemos las declaraciones del director de Política Agraria chino, Dzhikun Juang, que se publicaron en la edición Nº 21 de SURsuelo. Afirmaba que año a año la suba a nivel mundial de los precios afectaba los precios internos de su país. La intención de China es bajar los precios de lo que consume. Por eso incentiva la producción en los rubros que elige.
Eso es claro. Cualquiera se beneficia si al comprar paga menos, y los asiáticos no son la excepción. La nueva reforma estructural apunta a promover la oferta de minerales, petróleo y alimentos para que bajen los precios. A estos niveles es muy difícil que bajen, pero el aumento de producción morigera los precios. El riesgo: la baja de los precios por estancamientos económicos en las potencias.
Inversion-es-tracción
De las veinte inversiones extranjeras más grandes en 2011 en América Latina, cinco son chinas. De esas cinco, una es en Argentina y tres en Brasil. Estas tres son: “Proyecto Peregrino” (40%), petróleo y gas, adquirida por la empresa Sinochem por la suma de 3070 millones de dólares; “CBMM” (15%), minería, en 1950 millones de dólares; y “Cerradinho” (100%), energía, en 940 millones de dólares. Todas son mega inversiones en sectores extractivos. En los años anteriores se replicó la misma conducta.
“La nueva reforma estructural apunta a promover la oferta de minerales, petróleo y alimentos para que bajen los precios”
¿Cuánto favorecen las inversiones cuando se cobran directamente con lo que se llevan? La “buena noticia”(para ellos) es que lo que se llevarán les saldrá menos. Brasil juega este peligroso juego y designó en los últimos meses una comisión para la revisión de las relaciones con China, ya que le adjudican parte de la desaceleración/estancamiento de algunos sectores.
Los diarios económicos se empecinan en demostrar que China no se cae, que se desacelera y varias otras formas de suavizar la cuestión. En realidad, lo que están tratando de instalar es la creencia de que de la mano de China llega lo bueno. Los precios no van a bajar a cero. China no va a desaparecer. Es más, seguirá expandiéndose. Pero lo que no va a seguir pasando es que todo sea tan maravilloso. Que la soja suba 100 dólares por año no es sostenible. Y un país cuya proyección depende solamente de ese precio, tampoco. Cuando los precios dejen de crecer a estos ritmos, las estructuras se resquebraján como en 2008.
La inversión extranjera directa (IED) China en Brasil en los últimos ocho años ha sido orientada en un 28% al petróleo, gas natural y carbón; y en un 56% a la extracción y procesamiento de metales. Todo un proyecto que se completa con los alimentos.
China tiene hambre, Brasil también
La realidad del campo brasileño no escapa a la lógica del monocultivo y el latifundio. Este proyecto siempre logra conseguir su cometido: se produce cada vez más, pero se concentran la tierra y las riquezas. Mientras el crecimiento es elogiado por propios y extraños, la desigualdad ha variado poco más del 1% (y esto en un período ascendente del espiral económico). El Brasil profundo y hambriento y la tenencia de la tierra siguen pariendo contradicciones que dependen de algo más que el tan mentado mercado interno.
“Los precios no van a bajar a cero. China no va a desaparecer. Es más, seguirá expandiéndose. Pero lo que no va a seguir pasando es que todo sea tan maravilloso. Que la soja suba 100 dólares por año no es sostenible”
Es válido destacar que los gobiernos de Lula y de Dilma Rousseff son vistos a grandes rasgos de forma positiva por su población, pero es bueno analizar cómo en un tiempo de precios meteóricos las brechas no se achican. Así, también, cabe la duda de los países que dependen de pocos precios respecto a qué escenario tendrá lugar cuando los precios toquen su techo (a mediano o largo plazo). Más de 1300 millones de chinos se incorporan al mercado con nuevas necesidades alimenticias y, a pesar de esto, Brasil no saca el provecho necesario para que su población termine con el hambre.
El campeón de la soja
La consultora brasileña AgRural informó recientemente que la cosecha 2012/2013 de soja alcanzaría el máximo histórico, colocando a Brasil en la cima mundial de productores, por arriba de Estados Unidos. La cifra proyectada rondaría los 82 millones de toneladas. La suba tendría como contrapartida una caída en el país del norte que lo situaría en 73 millones de toneladas. Habrá que ver si la demanda china se sostiene y si la caída en la producción norteamericana eleva los precios o si prevalece el aumento de la producción en Brasil presionando el precio a la baja. De la combinación de estos tres factores saldrá la conclusión.
“La cosecha 2012/2013 de soja alcanzaría el máximo histórico colocando Brasil en la cima mundial de productores, por encima de Estados Unidos. La cifra proyectada rondaría los 82 millones de toneladas”
Lo que sin duda ocurrirá es que, al menos un año más, la balanza comecial brasileña gozará de buena salud. Mientras tanto, China ve como brillan los ojos de Dilma cuando hablan de negocios. Y los ojos entrecerrados de Wen Jibao parecen estar controlando de cerca el proceso extractivo que tarde o temprano le garantizará el acceso más barato a los bienes primarios. Un verdadero campeón de peso pesado que trabaja la pelea y está noqueando al mundo.