Fuente: ElPaisUruguay
A propósito de la vista del Primer Ministro de China Li Keqiang a América Latina, compartimos diversas miradas sobre los acuerdos de cooperación firmados con diferentes paises de la región y las consecuencias que estos traen a nuestras economías.
China y su presencia en la región – Carlos Steneri
La semana pasada, el Primer Ministro de China Li Keqiang, de visita de estado en Brasil, firmó con la Presidenta Dilma Rousseff treinta y cinco acuerdos de cooperación económico y financiera por un monto de 53 mil millones de dólares.
Estos cubren las áreas de carreteras, ferrocarriles, siderúrgica, energía, minerales, autopartes, equipos de transporte, aeropuertos, puertos y servicios en general.
También fueron firmados dos acuerdos marco para la creación de dos fondos de infraestructura por un monto que ronda los ochenta mil millones de dólares, para los cuales China hará aportes significativos a través del Banco Industrial y Comercial de China (BICC).
Los acuerdos de cooperación también incluyen a las grandes empresas brasileñas como Petrobras, Vale y Embraer los cuales financian prospección petrolera (7 mil millones de dólares), la compra por parte de China de barcos graneleros para mineral de hierro (4) y de aviones (22) respectivamente. A su vez, el Banco de Comunicaciones de China (quinto en tamaño en su país) anunció la compra del 80% del banco brasileño BBM, hecho señalado como el primer paso de su expansión en Latinoamérica.
Nuevo orden.
La visita del jerarca chino con propósitos similares, continúa en estos días por Colombia, Perú y Chile, la cual ya estuvo precedida meses atrás con otras de índole similar llevadas adelante en Argentina, Centroamérica, Ecuador y
Venezuela.
En todo este periplo signado por el sigilo pero cimentado por la atracción que otorga su enorme capacidad de aportar financiamiento, se va consolidando para América Latina una etapa nueva en lo que hace al nuevo orden económico mundial que le es relevante. Primero, China se consolidó en la década pasada como el primer mercado para las exportaciones provenientes de la mayoría de los países de la región, desplazando a Estados Unidos.
Ahora, la potencia asiática comienza a mostrar su músculo financiero posicionándose como una de las fuentes principales de financiamiento externo para la región, fundamentalmente en áreas donde hay notorias carencias. En otros casos, tirándole un cabo a países (o sus empresas) con dificultades para acceder a fuentes de financiamiento convencionales.
Obviamente que esta realidad obedece a dos razones. Primero, una de orden geopolítico apoyada en la necesidad de consolidar fuentes de abastecimiento de energía, materias primas y alimentos que viabilicen su ascenso como potencia mundial. La segunda se apoya en la necesidad de invertir su enorme acumulación de reservas que hoy rentan prácticamente cero. Es necesario remontarse a fines del siglo XIX para encontrar en el Imperio Británico o en la finalización de la segunda guerra mundial con Estados Unidos, una situación de quiebre histórico similar. En el primer caso, la plaza londinense era la fuente de financiamiento básica de la infraestructura de la periferia proveedora de materias primas. Y en el mundo bipolar de la segunda posguerra, Estados Unidos y las agencias multilaterales de Bretton Woods creadas a su amparo se convirtieron en el nuevo eje financiero y mercantil del hemisferio occidental.
Hoy ese mundo ya ha perecido, siendo estos acontecimientos recientes una muestra concreta de este nuevo albor de la historia del mundo.
Consecuencias.
Algunas de sus derivaciones para la región ya son palpables. Como señalamos, China superó a Estados Unidos como el destino más importante de las exportaciones de América del Sur, llegando a los 112 mil millones de dólares en 2013, equivalentes al 2% del PIB regional.
Esos flujos comerciales están primordialmente concentrados en productos primarios. Para 2013, China absorbió el 15% de las exportaciones de materias primas de región, pero solo el 2% de sus exportaciones de manufacturas. Para el caso de los países del Mercosur, esos guarismos están aun más sesgados hacia la primarización de sus exportaciones hacia ese destino.
A su vez, la exportación de manufacturas latinoamericanas continúa enfrentado una competencia férrea de China en el resto de los mercados, aunque hay indicios de mejoras para la región dado el aumento de los costos domésticos de ese país debido al incremento de los salarios reales. De todos modos, como la productividad de la economía china crece más rápido que la de América Latina, se abre un compás de espera sobre el resultado neto de ese proceso.
La banca.
Los bancos públicos chinos se han convertidos en los acreedores mayoritarios de muchos gobiernos latinoamericanos. En pocos años, más que quintuplicaron su presencia como prestamistas pasando de 3,8 mil millones de dólares en 2012 a 22 mil millones de dólares en 2014. Con ello, han sobrepasado al Banco Mundial y al BID como fuente de financiamiento hacia la región. Otro hecho impactante, es que una parte mayoritaria de esos recursos son destinados a financiar proyectos nuevos, de alto valor estratégico pero de alto riesgo. El nuevo canal transoceánico de Nicaragua, competidor directo del de Panamá, es el ejemplo patente de uno de los propósitos de la presencia del financiamiento chino en la región. Una formula complementaria es a través de la compra o fusión con empresas latinoamericanas dedicadas a la extracción de recursos, explicando el gas y petróleo casi el 70% de la inversión directa proveniente de ese país.
Vista esta realidad que se viene consolidando de manera cuasi silenciosa pero continua, se puede decir que se conformó una suerte de bilateralismo económico y financiero entre nuestro continente y China. Y ello obliga a efectuar algunas reflexiones sobre el presente con repercusiones hacia el futuro.
Cambios.
En primer lugar, se confirma el ocaso del ordenamiento mundial plasmado en los organismos de Bretton Woods. Los bancos públicos chinos y agencias similares son los nuevos vehículos supletorios que compiten en pie de igualdad y aun los superan. Y lo más importante, lo hacen canalizando reservas acumuladas con escasos usos alternativos de un país que además tiene una tasa de ahorro del 40% del PIB. Esto abre márgenes enormes para financiar simultáneamente sus necesidades de inversión domésticas y destinar recursos a la inversión directa externa en áreas que considera estratégicas.
En segundo lugar, este maridaje de realidades complementarias entre China y Latinoamérica se fraguó por la visión estratégica de la primera y las urgencias de un continente hambriento de crecimiento económico. Este proceso cuasi espontáneo derribó paradigmas e incendió banderas que en otro tiempos no tan lejanos hubieran sido enarboladas como una nueva forma de dependencia o imperialismo.
Y por último, esto es un nuevo llamador a que la forma de compensar este proceso irreversible de bilateralismo que tiene sus luces y sus sombras. Esto implica abrir la cancha rápidamente hacia otras regiones del mundo intentando diversificar mercados. Es la única forma que tiene la región —incluyendo nuestro país— de escapar, o al menos mitigar, las fuerzas de un bilateralismo comercial y financiero que viene de la mano del ascenso de China como nueva potencia mundial.