Fuente: Revista Orientar
Faltaban detalles por resolver antes de la impresión, pero el trabajo de 416 páginas ya tenía su punto final y el título. “El desembarco chino en América del Sur”, había propuesto su autor, Diego Guelar. El último análisis de los editores, sin embargo, derivó en cambios en la tapa. “¿Cómo no sabíamos que la llegada de capitales asiáticos tenía esta dimensión?”, plantearon en la reunión. Y entonces, llegó el mensaje principal para adherir sobre la portada: “La invasión silenciosa”, complementado por la idea inicial del ex diplomático argentino. Golpe de efecto para los lectores y, a su vez, malestar para las autoridades de la embajada del país asiático. Guelar recuerda las quejas y, a la distancia, hilvana el recuerdo con alivio. “La verdad que no les causó mucha simpatía, me llevó varias horas de explicaciones. Por suerte, quedó aclarado que ese título no pretendía de ninguna forma ser un acto agresivo”, cuenta.
La entrevista sucede en el despacho del actual secretario de Relaciones Internacionales del PRO, a pocas cuadras de la Plaza San Martín. Sus colaboradores le consultan sobre diferentes temas. Los bocinazos de los automóviles y los colectivos se unen en una intensa banda de sonido. Nada de eso logra desconcentrar a Guelar. Se entusiasma con el eje central de su libro, que comenzó a tomar forma hace casi dos años, durante un seminario en Estados Unidos. “Allí expresé, en términos generales, que China iba a constituirse en dos décadas en la potencia extra-zona con mayor influencia en la región. El público, ciertamente, no llegó a reírse, pero casi. Este pensamiento quise transformarlo, de alguna forma, en un ejercicio intelectual. Y estaba equivocado, realmente, porque en el libro sostengo que la Repúbluca Popular China se convertirá en sólo cinco años en la mayor potencia extra-zona. Y lo hago aportando elementos concretos, como el crecimiento en el flujo de comercio e inversiones”, asegura el ex embajador argentino en Estados Unidos.
-¿Cuáles fueron los puntos fundamentales que provocaron esta aceleración, sobre todo de 2009 a esta parte?
-El proceso tiene una característica, que liga comercio e inversiones, al tema del autoabastecimiento. Acá no hay una operación imperial de un lado, ni colonial del otro. Tampoco una operación de adoctrinamiento ideológico, sino que hay una nación que pronto tendrá 1.500 millones de habitantes, con un mercado interno en expansión que hoy sigue creciendo, no ya a una tasa de diez u 11 puntos, sino a siete u ocho. Es casi un desafío universal lo que genera la expansión del mercado interno chino. En su abastecimiento, el país asiático tiene una gran necesidad de alimentos y minerales, que se producen en América del Sur. Y alrededor de este proceso se desarrolla infraestructura, como puertos, ferrocarriles, oleoductos, transmisión eléctrica… Vamos a tener una década por delante donde habrá un crecimiento de lo más diverso en la relación de China con la región. Lo que uno podía programar a muy largo plazo, no responde de ninguna forma ni necesariamente a un proceso de 20 años, como yo y mucha gente imaginábamos. China es la pata más dinámica para la Argentina y el resto de la región.
-¿Qué elementos considera que deben resolverse, sobre todo de parte de la Argentina, en los próximos tiempos?
-Uno es la asimetría. Esto exige que a un actor tan importante, con todas las características de futura súper potencia, se le requiera una política simétrica. Para poder crecer en una relación estratégica que tenga elementos equilibrantes de cara a los próximos 100 años, necesitamos hacer un esfuerzo muy grande de integración y tener una política conjunta en América del Sur. Entre la Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y hasta Bolivia están abasteciendo de soja a China en carácter hegemónico. Todo indicaría que debiéramos tener una política para que, en el curso de los próximos diez años, un tercio de ese comercio ligado a la soja esté concentrado en aceites y semillas, pero que otro tercio contemple alimentos ya elaborados con soja. En este tema no debemos hacer grandes elaboraciones de ciencia ficción. La pregunta es, ¿China aceptará esto? No lo sé, pero de lo que estoy seguro es que la región debe tener esta propuesta. En la medida en que se genere como política desde América Latina hacia China, es totalmente realista el planteo de que podamos diversificar un área que representa miles de millones de dólares.
-¿Y qué está faltando de parte de América del Sur para concretar ese planteo ante China?
-Debemos tener un programa y una agenda estratégica que presente objetivos que hagan a la riqueza, el equilibrio y el desarrollo del vínculo. Este es uno de los grandes desafíos que debemos encarar pronto. Falta una política sudamericana que le dé equilibrio a su mayor desafío en términos de política exterior.
-Al analizar la relación de la Argentina con China, ¿cuáles son los aciertos y fallas del gobierno actual y de los anteriores?
-Hubo 25 años de maduración del acercamiento. Conocimiento activo de 2000 a 2005. Y de ahí en más, se produjeron operaciones integrales. Esto viene a toda velocidad, pero mucha gente no lo percibe en toda su magnitud. Piensa todavía en términos de la Argentina como un país entre sudamericano y europeo. Pero lo cierto es que la Argentina diaria, al margen de las acusaciones entre presidentes y los conflictos internos, tuvo una posición de crecimiento con el gigante asiático. Ahora queda por discutir cuál es el salto que debemos dar. Ya no vamos a discutir si la relación con China es buena o mala, porque todos la queremos incrementar. En lo que desarrollamos hasta ahora, partiendo de la buena fe, debemos decir que cada gobierno hizo lo que pudo. Debemos construir desde lo que existe y de allí plantear el futuro. Tenemos que iniciar una etapa 2015-2020 con nuevos objetivos. El flujo económico se incrementará solo, pero hay que multiplicarlo. Lo que no quedan dudas es que hay complementación.
*La entrevista fue publicada en la edición julio/agosto 2014 de la revista OrientAr