América Latina recibe con brazos abiertos imperialismo de China y Rusia

Fuente: PanamPost

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El presidente ruso Vladimir Putin y el mandatario chino Xi Jinping se encuentran de gira por América Latina, aprovechando la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) del 14 al 16 de julio. Aunque estos acercamientos no sean nuevos, sí lo es su amplitud temática, que no se refleja en el acercamiento geográfico. El presidente chino visitará Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba; el ruso, en lugar de Venezuela, visitó Nicaragua.

Que en lo temático haya amplitud se debe a los intereses económicos, comerciales y políticos de los visitantes.

Del lado chino, además de los obvios, hay otros intereses políticos. El principal es fortalecer a los países de los BRICS. Por ello, espera concretar la creación de un nuevo banco de desarrollo (sí, otro más) y de una nueva reserva de divisas extranjeras para enfrentar crisis cambiarias (sí, otra más). Por último, espera lanzar el foro China – CELAC (sí, otro más) para supuestamente dinamizar las relaciones entre las dos partes.

Los intereses económicos de Rusia se encuentran en sectores como el del petróleo y la energía nuclear. Los políticos son los de contrarrestar la presión ejercida por Europa y Estados Unidos ante la crisis ucraniana y el de crear nuevos aliados (¿súbditos?). Sus intereses comerciales se limitan a la venta de armamento, de aviación comercial y a la construcción de carreteras.

Por lo anterior, algunos señalan que el actual es un acercamiento estratégico. Ambos países buscan consolidarse como potencias globales. Si esto es así, ¿cuáles son los intereses de los latinoamericanos? ¿Qué buscan estos países, en particular, los del Socialismo del Siglo XXI?

Al parecer, los latinoamericanos tienen dos objetivos. El primero es incrementar los flujos de la mal llamada cooperación internacional. Esto es, buscan recibir más recursos donados por otros países.

Bolivia y Perú asistirán a la Cumbre con agendas llenas de reuniones bilaterales para demandar recursos de cooperación. Colombia asistirá porque su gobierno considera que el país debe participar en el banco de desarrollo y porque tendrá reuniones con los líderes de exitosos (!) países como Cuba, Venezuela, Ecuador y Brasil.

Daniel Ortega, de Nicaragua, agradeció a Vladimir Putin la donación de bienes esenciales en la generación de desarrollo (!): Autobuses, armamento y la construcción de un centro de entrenamiento en la lucha antidrogas. Venezuela ha disfrutado de Rusia su cooperación en los sectores agrícola y ganadero y en la Misión Vivienda. Argentina fue favorecida con un acuerdo de cooperación nuclear —eso sí, con fines pacíficos.

Por su parte, Cuba fue objeto de la condonación (así como les gusta, sin pagar) de una deuda por US$35.200 millones. De igual manera, tanto Cuba como Nicaragua van a recibir tecnología por satélite —sin haber trabajado por ella—, algo que Argentina estudiará y con lo que Brasil ya cuenta (de allí el altísimo nivel de desarrollo de este último).

Frente a China, existen los mismos intereses. Todos buscan cooperación, regalos, limosna: Argentina en materia comercial, de inversión, agrícola, financiera y de infraestructura; Venezuela y Cuba le suman sectores como el de biotecnología, educación y cultura.

El segundo objetivo es consolidar alianzas que perpetúen la implementación de ideas equivocadas y que no haya ninguna posición crítica frente a ello. No es sólo que todos rechacen la democracia, los derechos humanos y el capitalismo, sino que se felicitan entre sí por procesos de integración inservibles, por la ejecución de políticas fracasadas y propuestas internacionales inútiles, por decir lo menos.

Pretenden luchar contra el sistema financiero internacional, al que odian, pero al que acuden siempre que, por sus errores, quiebran una vez más a sus países. Argentina busca el apoyo explícito de ambos visitantes en su absurdo enfrentamiento contra los fondos a los que el gobierno argentino, para decirlo sin eufemismos, pretende robarles sus inversiones.

Se apoyan en perpetuar los mismos errores que impiden solucionar los problemas internacionales. ¿El Banco Mundial no sirve? Crean otro. ¿Tampoco el Fondo Monetario Internacional? Igual. Imaginan una supuesta democratización de los organismos internacionales, siendo que lo que buscan es nuevos escenarios en los que sean otros los que paguen por sus errores y les permitan cometer unos nuevos. Quieren pasar por encima hasta del derecho internacional público, como también pretende el gobierno de Cristina Fernández, al pedir el apoyo ruso en el —revivido— conflicto de las Malvinas.

No ven que su visión estatista del desarrollo y esta forma de inserción internacional impiden el cambio económico, destinándose a ser exportadores de bienes primarios como se demuestra acá y acá (algo por lo que luego se lamentan). Además, en lugar de la autonomía que tanto anhelan, se subordinan. China critica las políticas proteccionistas de Brasil, establece las prioridades de infraestructura y de extracción en Argentina, revisa las reformas de Cuba y hasta espera discutir la situación interna de Venezuela.

¿Los intereses de América Latina? Ocultar el fracaso de sus decisiones y encontrar nuevos actores de los cuales depender, a los cuales responsabilizar y seguramente culpar por los fracasos del futuro.

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