Fuente: Ejecentral
El general John Kelly, jefe del Comando Sur ha declarado que “algunos países de América Latina están optando por dar la espalda a Estados Unidos a favor de socios como Rusia o China”
En junio de 2013, la Asamblea Nacional de Nicaragua aprobó la ley de concesión para la construcción del Canal Interoceánico a la empresa china HK Canal Development por un período de 50 años, más otros 50 prorrogables; el comienzo del proyecto fue fechado para diciembre de 2014. (http://bit.ly/1g3JyVb)
En una nota oficial (http://bit.ly/SuICo7) firmada por el presidente de la República de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra (líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional), y por el Presidente y CEO de HKND Group, Wang Jing, dada a conocer a principios de 2014, se ratificó que el calendario de trabajo de las obras del Gran Canal por Nicaragua iniciarán en la fecha contemplada, añadiendo que “las buenas noticias por este proyecto contribuyen a fortalecer el optimismo, la confianza y la esperanza del pueblo nicaragüense en su Patria y su futuro”.
Esto a pesar de que la oposición nicaragüense considera que el costo que hay que pagar por el proyecto es muy alto, afirmando que aún no se ha realizado un estudio de pre-factibilidad y tampoco se sabe la ruta por la cuál será construido. (http://bit.ly/RioUek)
En contraste, la cúpula empresarial de la nación centroamericana respalda la propuesta; pero, exige la preservación del medio ambiente, dar prioridad a trabajadores y empresas nacionales, y transparencia en los recursos empleados para el proyecto.
Y es que, la infraestructura necesaria para unir el Océano Pacífico con el Mar Caribe tendrá un costo de 40 mil millones de dólares, aunado a que la vía fluvial estará acompañada de un oleoducto, una carretera, dos puertos de aguas profundas, dos aeropuertos y dos zonas francas. Asimismo, para 2019, el Canal podría tener una capacidad para captar 416 millones de toneladas de carga, representando un 3.9 por ciento de la carga marítima mundial.
Por ello, tanto el gobierno encabezado por Daniel Ortega como la empresa china están seguros que -una vez operando el canal- éste traiga dividendos que duplicarían el Producto Interno Bruto de Nicaragua. De hecho, Wang Jing declaró que su empresa “cumplirá su deber de manera escrupulosa, para desempeñar la misión de desarrollar la economía de Nicaragua y de la región Centroamericana y mejorar el futuro del comercio marítimo entre Oriente y Occidente”.
Por su parte, el comunicado de prensa 101 Unida Nicaragua Triunfa (http://bit.ly/RmtR5z) explica que el Proyecto del Canal Interoceánico tendrá un enorme impacto en la creación de empleo.
Según las estimaciones del gobierno nicaragüense, “si se inicia la ejecución a finales de 2014, y se culmina en 2018, apoyará a la economía en la creación de empleos formales, pasando de 623 mil 458 en 2012 a 1 millón 927 mil 527 empleados en 2018”. También, se prevé que el Canal empuje la economía de Nicaragua hasta llegar a los 24 mil millones de dólares en 2018; argumentando que el crecimiento promedio del PIB sería de 11.67 por ciento
En este contexto, el pasado 21 de abril, Piotr Yákovlev, director del Centro moscovita para los Estudios Iberoamericanos del Instituto de América Latina, dijo al portal de noticias RT (http://bit.ly/PmJcld) que varias compañías rusas están negociando con Pekín su participación en este proyecto estratégico. “Todavía no han firmado documentos oficiales o acuerdos comerciales; pero, han mostrado un interés considerable en la cooperación”.
En consecuencia, Yákovlev declara que “alrededor del Canal de Nicaragua se está desarrollando un gran juego geopolítico y geoeconómico”.
No podemos olvidar que durante la primera semana de mayo, el ministro de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa, Sergéi Lavrov, realizó una visita relámpago a América Latina, durante la cuál se entrevistó con los presidentes y cancilleres de Cuba, Nicaragua, Chile y Perú, con el objetivo de profundizar los lazos de cooperación; y en el caso de Nicaragua y Cuba, agradecer personalmente sus votos en contra de la resolución de las Naciones Unidas que llama a la comunidad internacional a desconocer el cambio de estatus de Crimea de provincia ucraniana a rusa.
Además, recordemos que en el pasado, Nicaragua y Rusia tuvieron una estrecha cooperación durante el primer gobierno de Daniel Ortega, en la década de 1980, cuando la entonces Unión Soviética abasteció de armas y dinero a los sandinistas para enfrentar la guerra de los “contras”, quienes estaban apoyados por el gobierno de los Estados Unidos de América, durante la administración del presidente Ronald Reagan.
En 2007, tras el retorno de Ortega al poder, Rusia ha apoyado programas en el área social, energía renovable, cooperación comercial, económica, científica, un acuerdo gubernamental sobre el fomento y la protección mutua de inversiones, el desminado del territorio, la formación de agentes antidrogas y el desarrollo del sistema nacional de prevención de desastres. Igualmente, ambos gobiernos estudian la posibilidad de suscribir un tratado de libre comercio.
Hoy, los intereses de Rusia y China son aumentar el alcance global de su influencia, y la inversión en el Canal de Nicaragua demuestra que ambas naciones tienen el atractivo de convertirse en potencias mundiales, sobre todo en la región latinoamericana, la cuál ha sido descuidada por Estados Unidos y la Unión Europea; ante lo cual existe una falta de diálogo efectivo y estratégico que ha derivado en el acercamiento de esta zona con Rusia y China.
Incluso, el general John Kelly, jefe del Comando Sur ha declarado que “algunos países de América Latina están optando por dar la espalda a Estados Unidos a favor de socios como Rusia o China”, afirmando que “ahí es donde ven el futuro de Latinoamérica”. Por lo que, como lo señala el escritor ruso Alexánder Projánov, “estamos ante una potente bomba geoestratégica que puede explotar cerca de Estados Unidos”.