Fuente: Nacion.com
El crecimiento de China se ralentizó en el 2018 hasta llegar a su nivel más bajo en casi tres décadas, al cabo de un año marcado por conflictos comerciales, una demanda interior en retroceso y un proceso para reducir el colosal endeudamiento.
El aumento del producto interno bruto (PIB) fue del 6,6% el año pasado, por encima del objetivo de 6,5% que se había fijado el Gobierno y conforme a la previsión media de 13 analistas consultados por la AFP.
Este crecimiento anual, aunque próximo al de 2016 (6,7%), es el más bajo desde el año 1990 (3,9%), al que sucedieron años de crecimiento de dos cifras o casi.
La desaceleración fue continua en el conjunto del año 2018: el alza del PIB se estableció en 6,4% en el cuarto trimestre, su ritmo más lento desde el 2009, año en que el mundo estuvo inmerso en plena crisis financiera internacional.
Para Pekín, el mayor cambio procede del exterior. Todo el mundo se preocupa mucho por la dirección de la situación internacional, con variables tan numerosas como factores de incertidumbre, declaró el director del Buró nacional de Estadísticas (BNS), Ning Jizhe.
Todo ello tiene un impacto en la segunda economía del planeta, cuyo comercio representa un tercio de su PIB, agregó.
Efecto colateral
Sin embargo, para los analistas, la ralentización de la economía está vinculada con las medidas tomadas por Pekín para reducir su colosal endeudamiento, lo que frena créditos y gastos de infraestructuras.
Los principales motores de la ralentización en curso en China son interiores (…) pues la confianza de los consumidores ha caído y las empresas han reducido sus gastos en capital”, opinan los analistas de Capital Economics.
Ante la ralentización, el gobierno chino flexibilizó sus políticas en la segunda mitad del 2018, optando, también, por medidas fiscales, como bajas de impuestos, con la esperanza de estimular el consumo.
Para el gobierno, en efecto, la estabilidad del crecimiento sigue siendo una prioridad. La economía puede fluctuar en una horquilla razonable pero no caer abruptamente, afirmó la semana pasada el primer ministro Li Keqiang.
Muchos economistas anuncian no obstante que la ralentización proseguirá al menos hasta la primera mitad del 2019.
“Creemos que el crecimiento va a empeorar en el primer semestre de 2019 pese a las medidas de estímulo y flexibilización cada vez más agresivas de Pekín, y podría caer por debajo de 6% en el primer semestre. Para el conjunto del año 2019, anticipamos un 6%”, auguran los analistas de Nomura.
Ese pesimismo se basa en que el componente esencial de la riqueza económica China, el comercio, padece una demanda exterior debilitada y el conflicto comercial sino-estadounidense.
“Las exportaciones chinas deberían flaquear en los próximos trimestres, la demanda mundial sigue moderándose, aunque ha disminuido el riesgo de un frenazo causado por una escalada de la guerra comercial”, según Capital Economics.
Esta guerra comercial mermó la confianza de los mercados, aunque solamente parece haber afectado a la economía china a fines de año. En diciembre, las exportaciones chinas, expresadas en dólares, cayeron un 4,4%.