Fuente: Clarin
Hay cuestiones que no se hablan pero se sobreentienden. En determinado momento de la cita ayer entre Mauricio Macri y Xi Jinping, en la Quinta de Olivos, el presidente chino le agradeció a su anfitrión por la respuesta que le había dado el sábado a la prensa cuando se le preguntó por los comentarios de una vocera estadounidense. La funcionaria había asegurado que en su encuentro Donald Trump y Macri habían hablado de la “actividad económica depredadora china”. Lo que respondió Macri había sido lo siguiente. “Argentina no ve la presencia de China como una amenaza, sino como una oportunidad”. El día anterior las aclaraciones del caso habían llegado del canciller Jorge Faurie, quien aseguró que con el presidente de EE.UU. no se había hablado en esos términos.
Sin que aún se apagaran las luces de la histórica cumbre del G-20 en Buenos Aires, Macri dejó para el postre su recepción de ayer a Xi. La única visita de Estado de la totalidad de líderes de las grandes potencias mundiales que coparon este fin de semana argentino. Una relación que cultivó personalmente desde antes de ser presidente.
Sin embargo, dada su historia y la maltrecha economía de los argentinos, el plan de “inserción inteligente al mundo” de la administración Cambiemos sigue atado a dos puntas. Y esas dos puntas son China y los Estados Unidos. A lo largo de este fin de semana, el lugar argentino en ese trablero se reconfirmó. “Todo es de una sensibilidad muy grande, porque Argentina tiene una muy buena actitud internacional. EE.UU. es nuestro aliado estratégico en la región y reconocemos el lugar mundial de China que es nuestro principal socio comercial”, decía ayer el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, que estuvo precisamente firmando acuerdos en Beijing a fines de octubre.
Macri es quizás uno de los pocos mandatarios que goza del aprecio de Trump, quien mostró disfrutar de Buenos Aires de principio a fin, con un solo y previsible faltazo al llamado retiro de los líderes del G-20, el momento en que se quedaron completamente solos para discutir temas a fondo, el viernes a la mañana.
Trump en Buenos Aires le dejó a Macri acuerdos para créditos a empresas pequeñas y medianas empresas que antes no existían y un acuerdo marco para facilitar inversiones millonarias en materia energética. Y Macri volvió a agradecerle su apoyo al enfoque de apertura comercial y al programa de gobierno de Cambiemos. Y sobre todo al impulso que le dio Estados Unidos al rescate financiero ante el FMI.
Pero como ciertamente sostiene el embajador en Beijing, Diego Guelar, China es hoy el “el primer inversor, el primer banquero y el primer mercado para la Argentina”. Y las necesidades argentinas siguen siendo tan grandes, que Macri decidió ampliar la Asociación Integral Estratégica entre Argentina y China, cuyas bases sentó el kirchnerismo. Con una diferencia: hoy EE.UU. pide que las inversiones chinas tengan igual tratamiento al resto, que se hagan licitaciones para comprar y haya transparencia, lo que no ocurría en la gestión anterior. Y mantienen fuerte recelo a las ventas de carácter militar.
En ese tren, los chinos tienen paciencia milenaria. A Macri le aceptaron la revisión de varios contratos, de las represas de Santa Cruz, y de las centrales nucleares, pero los temas siempre están sobre la mesa. Xi, en su alocución sonora sin altos ni bajos, remarcó este domingo en su declaración con Macri a la prensa algo que dicen siempre: que su país busca una relación entre países de “igualdad” y de “beneficio recíproco” donde la otra parte es la que elige en el camino al desarrollo de manera “soberana”.
Con energía renovada pero con los mismos problemas en casa, Macri emprenderá su primer viaje a la India en febrero.