Preocupada por el valor del renminbi y por la presión de lo que luce como una intensa y continua fuga de capitales, China ha impuesto -desde el 28 de noviembre pasado- algunas restricciones cambiarias. En más hay un límite para las remesas al exterior que pueden cursarse sin obtener una autorización estatal específica previa a través de la autoridad cambiaria. Ese límite es el equivalente a cinco millones de dólares.
Por la creciente presión de compra, las enormes reservas chinas están hoy en su nivel más bajo desde marzo de 2011: en unos u$s 3,12 trillones. Pese a las sucesivas intervenciones estatales en el mercado de cambios mediante ventas de reservas, el renminbi se ha devaluado gradualmente a lo largo del año 2016 un 6% contra el dólar norteamericano. Un 6%. Lo que supone, a la vez, una muestra de debilidad y un incentivo adicional para las exportaciones chinas. Los rumores de un proceso de devaluación más intenso, del tipo del de agosto de 2015, están a la orden del día.
Esto ha naturalmente impactado en los inversores extranjeros, que ahora deben esperar cinco días para que sus pedidos de remesas al exterior sean aprobadas o no. Incluyendo, claro está, los pagos de dividendos y los reembolsos y servicios de los préstamos. Con la consiguiente presentación de tediosos y complejos formularios (de unas diez páginas) para la consideración de la autoridad de aplicación.
Toda una incomodidad y un nuevo manto de incertidumbre que afectará las operaciones diarias de las empresas, que han ciertamente perdido la gran agilidad y la flexibilidad de las que hasta ahora gozaban por la ausencia de restricciones cambiarias.
Para quienes tienen pasivos en renminbis e ingresos en dólares, la situación es positiva desde que, de pronto, podrían tener inesperadas ganancias de cambio. Pero lo contrario es preocupante: esto es una situación de ingresos en renminbis y deudas en dólares, que hoy está expuesta a tensiones e incertidumbres. Para los importadores chinos también un frente de posibles malas noticias, desde que en moneda local, el precio de sus importaciones está creciendo, erosionando gradualmente su competitividad.
Como China acaba de lograr que su moneda sea admitida a la cesta de monedas del Fondo Monetario Internacional, el momento es políticamente poco oportuno para modificaciones sensibles del tipo de cambio, por una cuestión casi obvia de prestigio.
No obstante, los próximos doce meses pueden deparar sorpresas que afecten adversamente al renminbi, desde que el acceso a la presidencia de su país por parte de Donald Trump puede impactar adversamente en las exportaciones chinas a los Estados Unidos si es que cumple su agresiva promesa electoral de gravar las importaciones chinas con una tarifa del 45%. Los cambios flotan en el ambiente que, de pronto, contiene una cuota de incertidumbre hasta ahora ausente.