Fuente: Infobae
China no es lo mismo que Rusia, aunque ambos países comparten similitudes. La Rusia de Putin busca recuperar su estatus de potencia mundial. El partido en el poder opera dentro de una estructura autoritaria que no es inmune a las influencias de los acontecimientos de 1991. Las protestas masivas han desafiado la legitimidad del gobierno de Putin. Su reacción es implementar más autoritarismo y una política exterior agresiva dirigida a distraer la agenda y apelar a los sentimientos de orgullo nacional.
Rusia también heredó una fuerte maquinaria militar de la era comunista, en profundo contraste con el sector civil-económico no desarrollado. Este ejército podría haber permitido a Rusia perseguir ambiciones imperiales y extender su influencia, pero principalmente a través de medios militares. Ese es el caso de la intervención de Rusia en Crimea, en Georgia y, de otra manera, en Siria. Como superpotencia militar, Rusia suministra armas a regímenes que considera aliados o amigos de su causa, como Venezuela, Nicaragua, Pakistán, los talibanes y otros.
Sin embargo, Rusia no es un poder económico. Es uno de los más bajos del G-8 y recientemente ha comenzado un programa de ayuda exterior que aún sigue siendo limitado. Los desafíos económicos internos y la dependencia de Rusia al petróleo agravan este problema. El sistema de capitalismo “de amigos” que favorece a los oligarcas con vínculos con el régimen no saca las mejores energías creativas del pueblo ruso. Traducido a la influencia global, podemos decir que el poder “suave” de Rusia es débil.
China, por el contrario, es una superpotencia económica que, a través del comercio, ha penetrado en grandes partes del mundo. Es tecnológicamente avanzado y es la economía de más rápido crecimiento a pesar del hecho de que la mayoría de su economía todavía pertenece al sector público. China es el mayor fabricante de bienes y un importante exportador e importador. Esto le da al país asiático una tremenda influencia política en el mundo. Su poder económico proporciona un poder “suave” no militar que, a su vez, les proporciona influencia política.
Es posible, e incluso imperativo, que se detenga un poder militar agresivo. Por lo tanto, Rusia sabe que si cruza la línea puede enfrentar el poderío militar de Estados Unidos y la OTAN. Sin embargo, detener el comercio y el crecimiento económico de un país no es realmente posible. Nadie puede impedir que un país fabrique y comercialice, y menos los países que creen en el derecho a la actividad económica como un derecho civil básico. Sí, de hecho, Estados Unidos puede firmar acuerdos con otros países para incluir ciertas disposiciones, tal y como lo hizo en el reciente acuerdo con México que estableció que un alto porcentaje de autos deben ser fabricados por compañías nacionales o nuevas reglas que otorgan beneficios arancelarios a aquellos que usan suficientes materiales estadounidenses y mexicanos. Sin embargo, esto puede tener no más que efectos limitados. China continúa creciendo económicamente y su influencia sigue extendiéndose.
No hay duda de que América Latina brinda un ejemplo de la expansión de China. El 20 de agosto, El Salvador se unió a Costa Rica, Panamá y República Dominicana para apoyar la política de “Una China” que estimula que el ahora independiente Taiwán sea parte de la República Popular o una región administrativa especial de ese país.
El comercio entre China y América Latina aumentó geométricamente en las últimas tres décadas. De casi nada en 1990 a 10 mil millones en el 2000, y a 270 mil millones en el año 2012. Esto también incluye el área de telecomunicaciones y espacio. Las demandas de China de productos latinoamericanos contribuyeron al boom económico que vivieron algunos países de la región en la última década. La participación económica de China en América Latina se ha hecho en forma de inversiones directas y fuertes préstamos de los bancos chinos.
Es cierto que Estados Unidos puede adoptar una actitud similar con estrategias comerciales destinadas a aumentar la influencia política. La visita del Secretario de Defensa de Estados Unidos, Jim Mattis, a América Latina pretendía ampliar la cooperación con estos países teniendo en cuenta la influencia cada vez más económica y tecnológica de China.
Sin embargo, la buena noticia es que el aspecto económico, por importante que sea, no determina completamente la influencia política. Estados Unidos puede encontrar oportunidades en áreas donde ni China ni Rusia pueden igualar, y este es el ámbito de la construcción nacional, el desarrollo de la democracia y el estado de derecho.
En este punto hay un movimiento social en América Latina que está luchando contra la corrupción, considerado un cáncer en esa región que ha destruido el poder de la ley, que ha permitido la criminalidad, el abuso gubernamental y también ha sido una de las fuentes más importantes de deterioro económico. Todo esto a expensas de la población y la sociedad civil.
Recientemente, la ex presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, ha sido investigada e incluso las autoridades fueron a su casa, algo que fue aprobado por unanimidad por el senado argentino. Ella es sospechosa de importantes operaciones de soborno que involucraron a miembros de su gobierno y una serie de empresarios. La investigación significa que hay muchas posibilidades de que la Sra. Kirchner sea procesada y enviada a la cárcel. Asimismo, en Brasil, un tribunal prohibió al ex presidente Luiz Inacio “Lula” Da Silva participar en las elecciones presidenciales. El año pasado, Lula fue encarcelado por cargos de corrupción “pasiva” y lavado de dinero. Lula apeló públicamente a su popularidad para exigir la absolución. Pero los jueces demostraron que nadie está por encima de la ley y, de momento, permanece en prisión.
Del mismo modo, en general, los países y las sociedades de América Latina rechazan los modelos presentados por Venezuela, Cuba y sus aliados. El apoyo al gobierno democrático y al estado de derecho es el pilar que volverá hegemónico a Estados Unidos. El país norteamericano tiene la oportunidad de ayudar a estos países a restablecer el estado de derecho y luchar contra la corrupción. A los chinos les importa poco o nada. Al contrario, cuando más autoritario es el régimen, más conveniente es para Pekín, sin duda más ahora que el líder chino Xi Jinping se ha movido para fortalecer su control del país y las instituciones. La democracia es para el régimen chino lo que “kryptonita” fue para Superman: una amenaza directa para su cuerpo y alma.
Si invertimos en reforzar la implementación de estos valores de libertad compartidos, podemos dar el siguiente paso, que es incorporar a los países latinoamericanos en una alianza de países democráticos. Incorporarlos a la OTAN y realizar otros tipos de alianzas políticas y militares democráticas debería ser un objetivo clave de la política exterior estadounidense.