“América Latina está hipotecando el futuro en sus relaciones con China”

Fuente: Desdeabajo.info

"América Latina está hipotecando el futuro en sus relaciones con China"

Mientras la presidenta Cristina Fernández firma acuerdos en Pekín, la economía argentina y latinoamericana sigue primarizándose al ritmo de las necesidades del gigante de Oriente, dice este economista argentino Ariel Slipak especializado en las relaciones entre América Latina y China.

“Las relaciones con China son una política de Estado”, dijo la presidenta Cristina Fernández ante un grupo de empresarios reunidos en el hotel donde se hospeda la comitiva argentina de visita en Beijing. Las relaciones comerciales entre Argentina y China se profundizaron hace diez años, cuando Néstor Kirchner llegó al gobierno.
—¿China es o no una potencia mundial?
—En 2014 China ya se constituyó en el primer productor mundial de manufacturas y el segundo en presupuesto militar, que aunque sea básicamente destinado a salarios, por la cantidad de soldados que tiene, resulta significativo. Con todo eso, además de por sus dimensiones territoriales y población, está presente de manera permanente en el Consejo de Seguridad de la Onu, lo cual le otorga un poder fenomenal en su disputa con las potencias lideradas por Estados Unidos.
—Pero suele presentárselo como país emergente…
—Uno de los argumentos que resultan útiles a la política exterior china es calificarse como país subdesarrollado cuando asiste a algunos foros internacionales, o como una gran economía en expansión cuando lo hace en otros junto a grandes potencias. Sin embargo, como ya es primer productor mundial de manufacturas, es al mismo tiempo una potencia industrial y por ende el principal emisor de gases de efecto invernadero, es decir, sus emisiones de anhídrido carbónico complican la supervivencia del planeta. Por eso mismo, en la última reunión mundial sobre cambio climático se dio el lujo de votar en contra de una moción para reducir esa emisión de gases y reclamó que lo hagan las potencias desarrolladas, porque China se considera un país subdesarrollado. Esas picardías le resultan útiles.
—¿Cuál es la postura china cuando se habla de multilateralismo, teniendo en cuenta su cercanía con América Latina y sus disputas con Washington?
—Cuando se hizo la reunión del G 77 más China en Bolivia, el año pasado, el gobierno de Pekín no envió a ningún representante de primer nivel sino a secretarios y subsecretarios de Estado. Allí, el presidente boliviano, Evo Morales, insistió en que en el documento final del encuentro fuera incluida explícitamente la mención a una nueva construcción del sistema de gobernanza mundial basado en el multilateralismo. China no aceptó esa propuesta y el documento quedó algo más suavizado, con retoques diplomáticos. En realidad a China no le interesa reformular el sistema de relaciones internacionales sino que pretende una reforma del actual esquema para tener mayor participación junto a sus aliados circunstanciales, desplazando a Estados Unidos.
—¿Cuál es el modelo de organización que China propone para un nuevo orden mundial?
—China habla de los cinco principios de cohabitación, que la diferencian, por ejemplo, del imperialismo estadounidense: coexistencia pacífica, respeto por la soberanía y la integridad territorial, no interferencia en asuntos internos de otros países, no agresión e igualdad y beneficio mutuo en la convivencia internacional. Y con ese esquema se mueve en América Latina. Pero cuando en 2008 publicó el Libro blanco sobre sus relaciones con América Latina dejó todo claro en un párrafo. “China y la región son complementarias”, dice el documento. La fuerza económica que representa China obliga a los países con los que comercia a reorientar sus factores de producción y ponerlos al servicio de lo que reclama el mercado chino.
—Las balanzas comerciales de los últimos cinco años, por lo menos, indican que las economías latinoamericanas se reprimarizaron en su comercio con China.
—Sí. Esa complementariedad en las intenciones apunta al comercio. Y ahí se solidifican las asimetrías entre China y los países latinoamericanos, especialmente porque todos los países deciden habilitar tratados bilaterales y no regionales, con lo cual pierden fuerza a la hora de negociar frente a un gigante. Es cierto que la relación entre el Mercosur, como bloque económico y comercial, y China es compleja, especialmente porque Paraguay reconoce a Taiwán como país y China mantiene a su vez el reclamo de su soberanía. Esto no sólo va en contra de uno de los cinco principios chinos sino que complica también la relación con los socios locales de Asunción. Esa forma de ejercer el comercio lleva a generar flujos de inversión desde China hacia nuestros países que apuntan a la producción primaria, por un lado, y desde hace poco también a las inversiones financieras, que van a empezar a influir también en esas relaciones bilaterales en breve.
—¿Eso no distorsiona la relación entre las economías latinoamericanas?
—Efectivamente, esa reprimarización de las economías nacionales latinoamericanas y la intervención bilateral de acuerdos con China también traen problemas de comercio interregionales. Por ejemplo, Argentina y Brasil perdieron mercado en Uruguay, Paraguay y Chile con el ingreso de China en la región, porque no hay forma de competir con los precios de los productos chinos. No hay que olvidarse de que la base de la asimetría que generan los chinos está en la capacidad de influir en las balanzas comerciales de nuestros países.
—¿Cuál es la situación de América Latina hoy frente a Europa, Estados Unidos y China?
—China desplazó a Estados Unidos y a Europa de la relación con el Cono Sur en materia comercial. Uno podría decir claramente que estamos pasando del Consenso de Washington al de Pekín. En especial por esa cuestión de los cinco principios chinos que mencionamos antes. Con esa idea de cooperación y horizontalidad declamada por China, la relación se vuelve más fuerte y teñida de una igualdad que no existe en lo fáctico.
—¿Se puede hablar de nuevo imperialismo chino a partir de este avance comercial fulminante en la región?
—No se puede hablar de un imperialismo en el sentido tradicional y moderno del término, incluyendo la cuestión militar, porque no está entre los cinco principios chinos, y porque todavía no es una potencia como Estados Unidos. Washington tiene 12 o 13 portaviones y Pekín uno solo, para que se entienda el concepto. Pero indudablemente la penetración comercial en todo el mundo, especialmente en nuestra región, la hace portadora de una nueva forma de imperialismo con la conquista de mercados internacionales y generando dependencias de diferentes economías. Pensemos que mientras Argentina dice que la relación con China es una política de Estado, las ventas chinas a nuestro país representan el 0,5 por ciento de su comercio, es decir nada. No hay, claramente, relaciones de beneficio mutuo sino de nueva dependencia.
—¿Por qué cree que los gobiernos progresistas ponen tanta expectativa en las relaciones con China?
—No se entiende por qué nuestros gobernantes presuntamente de centroizquierda o nacionales y populares asignan tanta importancia al comercio con China, porque realmente están hipotecando el futuro de la riqueza regional. Por ejemplo, el gobierno de Cristina Fernández logró una inversión desde China para rehabilitar el ferrocarril de carga Belgrano, pero fue hecha con tecnología china por empresas chinas y probablemente para usufructo de nuevas inversiones chinas. No hubo transferencia de conocimiento. Recién ahora, cuando se está negociando la construcción de dos represas hidroeléctricas, la Jorge Cepernic y la Néstor Kirchner, el gobierno está tratando de que sea con un porcentaje de técnicos argentinos y el ingreso de un porcentaje de empresas argentinas a la construcción. Ni siquiera estas obras de infraestructura aportan fuentes de trabajo significativas para el país.

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